miércoles, 14 de julio de 2010

Novena

El 5 de octubre decía doña Francisca de Zúñiga que hacía unos 9 años, cuando Carranza era prior de Palencia, vino a Valladolid y le manifestó que había compuesto una obra acerca de los artículos de la fe “que era cosa muy buena” y podía proporcionársela en Santa Catalina, donde se la dio la priora, hermana de Fray Domingo de Rojas. En aquella misma ocasión le dio Carranza una exposición suya del salmo “de profundis

Ella misma aclara las cosas al mencionar a Fray Domingo de Rojas, quien le confesó respecto al libro de los artículos de la fe “que él lo había hecho; y que lo dice para si en ellos hay error

De la relación entre los dos dominicos dice doña Francisca que ella y su madre se confesaban desde hacía diez años con Carranza, pero cuando partió para Inglaterra les aconsejó que lo hicieran con Fray Domingo que “bien podía fiar de él su alma” consejo que siguió para su ruina la hija, mientras que la madre acudía al franciscano Fray francisco de Nuño Tello.

El 29 del mismo mes los inquisidores presentan a doña Francisca dos manuscritos encuadernados en cuero para su reconocimiento; en el primero de ellos reconoció los artículos de la fe, sobre cuya paternidad “son los artículos que según tiene declarado le dijo el maestro Miranda que él había hecho y que leyese en ellos; y que después le dijo Fray Domingo que él los había hecho y porque tuviesen más crédito habían dicho que los había hecho Fray Bartolomé de Miranda. Y que los dichos artículos le dio doña Marina Sarmiento, monja en Santa Catalina, para que los trasladase, y que esta confesante los hizo trasladar a un criado de la casa de su madre que se decía Castillo y que no se sabe dónde está, y que acabados de trasladar le volvió a la dicha monja el dicho libro…y que no sabe de cuya letra era el dicho libro original, y que el dicho Fray Juan de Villagarcía dijo a esta confesante que aquella obra era del dicho maestro Miranda, aunque la dicha doña Marina le dijo que lo había hecho el dicho Fray Domingo. Y que se acuerda que el dicho Fray Domingo estando en el oratorio de su madre de esta confesante, y delante de Fray Alonso de Castro, que fue prior en esta casa, le dijo que él había hecho la obra y los dichos artículos

No cabe pues duda de la paternidad de Rojas sobre los escritos; también podemos pensar que Carranza los aprobaba, al autorizarlos con su nombre.

Las noticias sobre el resto del manuscrito no carecen de interés: un sermón sobre el amor de Dios que le dio Doña Francisca Ortega, Mujer de Diego López de Zúñiga, Tío de Doña Francisca, diciéndole que era del Arzobispo y que lo había predicado en Santa Catalina. Una exposición del salmo Quam Dilecta, que se lo dio a copiar la misma Francisca Ortega, como escrito por Carranza a petición suya, así como un sermón sobre el salmo super flumina Babylonis . Otro sermón sobre el modo de oír misa se lo dio Juan Ortega hermano de Doña Francisca diciéndole que era de Carranza y que lo había predicado en Santa Catalina. No se acordaba quien le dio otro sermón sobre el amor a Dios, que le dijera ser de Fray Tomás de Villanueva, arzobispo de Valencia, y otro tratado que pertenece al maestro Ávila.

En el segundo manuscrito reconoció un sermón sobre el discurso de la cena, que se dio sin precisar su autor, Francisco de Fonseca. La exposición del De profundis se la envió el mismo Carranza desde Valencia con Fray Juan de Villagarcía. Un escrito titulado De amore dei erga nos se lo dio Fray domingo de Guzmán – no el hereje - como cosa de Fray Luis de Granada. Declaró además que tenía en su casa un cuaderno con comentario sobre el cantar de los cantares que era de Fray Tomás de Villanueva. Todos estos escritos los poseían en traslados la Marquesa de Alcañices y las monjas de Santa Catalina. Por último confeso que en sus diálogos con Carranza no llegó a escucharle comentarios sobre sus escritos; y que antes del viaje a Inglaterra, y una vez sacada copia de los artículos de la fe, Fray Domingo le dijo que se los había dado a Carranza y que este “cada día escribía sobre ellos una hora a la mañana

En esta caza organizada de los escritos sirvió también el indicio sobre el que avisó desde Durlan Fray Bernardo de Fresneda en carta al arzobispo Valdés de 28 de agosto. En ella habla de la compañía que llevó en su viaje de vuelta de Inglaterra el doctor Corrionero de un macero del rey llamado Perea “este se que llevó un libro hereje”. “Mándele vuestra ilustrísima tomar el dicho, quien se lo dio y a quien le llevó que podrí abrir algún camino”. Localizado Juan de Perea, ballestero de maza del rey, compareció ante la inquisición el 21 de octubre. A fines de mes se cumplían tres años de su venida de Inglaterra. Este “iba muy inocente”. Cuando le indicaron la información que existía sobre el libro que él había traído, reconoció que Carranza le dio un libro de pliego de tres dedos de espesor envuelto en un cañamazo, con el fin de llevarlo desde Londres a Valladolid. Sabía que era un libro, aunque ignoraba totalmente su título y contenido, y que había de entregarlo en el colegio de San Gregorio de Valladolid, a Fray Antonio de Arce. Testigo de vista de la recepción y la entrega fue el criado de Perea, que al tiempo de la declaración era ya fraile lego en San Pablo, de Valladolid con el nombre de Fray Bernardo. A los tres días comparece el Dominico, que había acompañado al obispo de León al Concilio de Trento y luego atravesó Francia en dirección a España junto con Perea y el doctor Corrionero, ya para cuando esto declaraba obispo de Almería. Desconocía el contenido del libro.

El mismo día se presentaba Fray Antonio de Arce, último eslabón de la cadena de porteadores del libro. El libro era una obra de Filón que le mandó Carranza con Perea para que la leyese y la pusiese en su librería. (Antes le había enviado una edición de las confesiones de San Agustín)

La desilusión se vio compensada de la manera más imprevista: Arce, al pensar que los tiros venían de otro lado declaró que al tiempo de irse a Inglaterra le había dejado Carranza un cajón de libros, y entre ellos un comentario sobre Job, sin portada y sin autor, con algunos textos tan fuertemente tachados que era imposible su lectura. Añadió que Carranza lo había recogido a su vuelta de la isla en Valladolid.

Lo encontraron los inquisidores entre los efectos y libros secuestrados a Carranza y el 10 de noviembre de 1559, preso ya el arzobispo volvían a llamar a Fray Antonio de Arce. Este lo reconoció inmediatamente y dijo que las notas marginales eran de mano del arzobispo “por haber visto su letra muchas veces” Eran las annotationes in librum job de Brencio.

Esto será la novena acusación presentada por el fiscal.

Todo fundamentado en hilvanar sospechas que no certezas; y una cuestión fundamental ¿un teólogo en Trento no debe haber leído las obras luteranas? Rojas se atribuye textos y su paternidad cuando le interesa, o se lo atribuye a Carranza cuando le beneficia: muy hispano, el dominico.

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