Ni un garrote, ni una mochila.
Ni una piel torcida por el sol, ni una pierna renqueante, nada: ni un signo de peregrinos.
Eso sí, D. Julián Barrio, que tanta brasa nos dio con sus homilías sobre el aborto, ha saludado cordialmente al que firmó la ley, varias veces, ante la mirada complaciente de Pepiño el de los palotes. Así ha acrecentado mi credibilidad en sus palabras.
Mucha teja y mantilla, mucha corbata y mucho aspecto de pontifical.
Ni un garrote, ni una mochila.
Catedral de Santiago, y todo lleno de ropas brillantes y aspectos saludables: ni uno tenía ni por disimulo pinta de peregrino. No se ha visto ni garrote, ni mochila alguna. Al Borbón, se le ha tratado muy bien, a la griega también, y Pepiño ponía cara de sí mismo. En primera fila. Y ¡han aplaudido! con el vuelo del botafumeiro.
No se descarta que la próxima celebración la celebren conjuntamente Bono y Cerolo, con algún número de Striptis bajo los auspicios de las lecturas de Paulo Coelho.
Ni un garrote, ni una mochila, ni un peregrino. No deben quedar bien, en la catedral de Santiago los peregrinos.
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