Un mes después de entrevistarse con Carranza, Seso va a Toro de corregidor: sólo a tres leguas de Pedrosa, donde estaba Cazalla.
“Acaeció que un día estando yo sólo junto a la puerta de mi iglesia pensando en el beneficio de Jesucristo y su muerte, se me ofreció que no había porqué parar en negar el purgatorio…”
Insiste siempre Cazalla en que fue Carranza quien le disuadió de denunciar a Seso al Santo Oficio, y yo le creo. Más veo a Carranza como un hombre soberbio y rotundo, pero cura, que como un inquisidor: aunque tenía sus ambiciones sociales no olvidaba sus objetivos primigenios.
Cazalla no despunta por su teología, pero no estaba solo en sus planteamientos: Seso, el bachiller Herrezuelo, Cristóbal de Padilla, Juan Sánchez y Fray Domingo de Rojas andaban conspirando por todas partes. Es Rojas el que cuenta que
“lidiaba dentro de sí con esta materia, y que, comunicando una vez con el Sr. Arzobispo de Toledo Fray Bartolomé de Miranda, el artículo de la justificación (el cual dicho Fray Domingo había recibido y aprendido de su Señoría) le dijo el dicho Fray Domingo: no sé, padre como se puede compadecer este artículo de la justificación con lo del purgatorio, y que el dicho Sr. Arzobispo le respondió: Bien está, que no sois aun capaz de estas verdades”
Da la impresión de que Rojas intenta su exculpación basándose siempre en un tejido de relaciones urdidas, por todas direcciones, para quedar de “pobrecito de mí” pero no coló, con la Santa Inquisición.
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