Tres meses después de la muerte de Carlos I, su confesor en Yuste, el jerónimo Fray Juan de la Regla remueve su muerte con ánimo de denunciar a Carranza. Su declaración del 9 de diciembre “por descargo de su conciencia” es breve pero llena de insinuaciones malignas. Dice el Jerónimo que el arzobispo llegó a Yuste la víspera de la muerte del césar y “después de haber besado las manos al emperador trabajó mucho por tornar a hallarse presente, aunque su majestad no holgaba mucho de ello” en su constante espiar las acciones y palabras de Carranza, anotó con escándalo que éste absolvió varias veces al emperador sin haberlo oído en confesión – era monopolio suyo, su cargo – lo cual era abuso del sacramento, ya que no se podía presumir en el arzobispo ignorancia.
En otra de las visitas, el arzobispo, según él, habría dicho al césar “ vuestra majestad tenga gran confianza que no hay pecado ni hubo pecado, que solo la pasión de Jesucristo basta” Mas cosas debió decir Fray Regla, porque el 23 de diciembre comparecía nuevamente, esta vez siendo llamado, para hacer registrar por escrito otra acusación no menos grave: que en el concilio de Trento, al dar su voto sobre el sacrificio de la misa a petición del legado y presidente del concilio “dijo su parecer y en el fondo la opinión de los luteranos que tienen que no es sacrificio…encareció tanto el argumento de los luteranos que vino a decir y dijo en el proceso de la proposición, ego haereo certe que quedaron todos los del concilio y entre ellos los frailes de su orden, muy escandalizados”
Los testigos presenciales tanto de lo de Trento como de la muerte del emperador afirman lo contrario, éste individuo actúa por animadversión.
3 días después reforzaba la acusación de Regla don Luis de Ávila y Zúñiga, comendador mayor de Alcántara, cronista de las guerras de Alemania y testigo de la muerte del emperador.
El bulo de la confesión solo se disipará en Roma, aunque los testigos lo disipan todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario