El 25 de agosto Fernando de Sotelo, hermano de uno de los presos del circulo de Toro llamado Pedro de Sotelo declaraba lo que había oído a su hermano “…que no pensasen que por sus obras solas se habían de salvar”
Padilla añadió que decía el arzobispo de Toledo “al tiempo de su muerte había de hacer llegar a un escribano y pedirle por testimonio como renegaba de sus obras” días después, el 3 y 4 de septiembre, González de Mendoza y Gálvez, alcalde y médico, descubrían el ansia con que Isabel de Estrada esperaba desde su cárcel la llegada de Carranza sin saber que ya estaba en la ciudad. A fines de septiembre se sumaba a la lista de los que comprometían a Carranza el Doctor Cazalla, predicador de su majestad.
Al responder a los testigos de publicación adivinó que era Fray Domingo de Rojas la figura central de la acusación. Según esta “se complació sumamente” Cazalla en la cuaresma pasada al saber que su interlocutor estaba en los errores luteranos e insinuó que él hacía años que estaba en ellos “desde que había venido de Alemania”. Además de apuntar el origen de sus ideas, Cazalla manifiesta que Rojas “se alababa que lo sabía de Fray Bartolomé de Miranda diez años había y once”. La vanidad empujó a Rojas a autorizar su postura con el nombre de Carranza.
En otro de los capítulos adivinó la mano de Francisca Zúñiga y a ella quiso desenmascarar. Afirmó que la base de la acusación era la doble visita al monasterio de Belén, pero que Francisca Zúñiga era “discípula” de Rojas y Carranza “a cuya cuenta se puede echar todo, y no a la de éste confesante, y que suelen los frailes echar las piedras y esconder las manos”
El espíritu de venganza de Doña Francisca queda explicado por incidentes familiares entre las familias Baeza y Cazalla respecto a la unión matrimonial de sus Vástagos.
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