Fue en Camboya cuando comprendí con la guía del camarada Uguin el alcance de las palabras del camarada Molotov: “No esperábamos a que nos delataran, nosotros nos adelantábamos y los delatábamos primero” cuanta sabiduría revolucionaria encierran esas palabras. Cuanto rigor científico y cuanta preclara sabiduría de los fundamentos de la acción socialista.
La inocencia del camarada Pot y su ingenuidad hicieron pensar al camarada Uguin que podían constituir una flaqueza contrarrevolucionaria y retrasar el inevitable triunfo del socialismo. Es obedientemente escrupuloso, dando siempre, un paso más allá de las órdenes recibidas, siempre: tiende a la exageración, pero eso en la causa revolucionaria no es un defecto sino motivo de alborozo, como comprendí al acabar la misión. Despejamos nuestras dudas cuando me encargó unas sesiones de reeducación para, por los métodos habituales, averiguar sus razones profundas, sus intenciones y posibles desviaciones que pudieran tener que llevarnos a actuar conforme a las normas.
En cinco minutos se había reeducado tres veces. Nunca llegaba al final natural del proceso, siempre se reeducaba encima. Fue entonces cuando nos reveló lo que era la causa profunda de su indolencia y desgana en el proceso revolucionario.
El veneno burgués protofascista de eso que llaman amor y demás cursiladas con peces de colores le había llevado a desarrollar una neurosis obsesiva por una joven revolucionaria que si bien estaba adecuadamente preparada y era un eficaz trabajador y pedagogo que ejercía de maestra en un koljós, siempre con sus gafas reglamentarias, adecuadamente limpias, siempre al servicio de la revolución, a su vez la impedía, por la obsesión que había generado en el líder natural que habíamos impuesto democráticamente.
Como siempre, fue Uguin el que tramó el plan en su esencia mas profunda: debíamos insertar en su dogma materialista y su concepción del avance revolucionario de la historia algún elemento que hiciera desaparecer esa obsesión para siempre. Dado el carácter de cumplidor exhaustivo y tendiendo a ser grato hasta la adulación a sus superiores revolucionarios, simplemente sembrando la semilla el germen daría su fruto.
En el informe por quintuplicado elevado al NKVD reflejo todos los datos de la camarada que, sin haber sido sospechosa de nada, sino todo lo contrario: una eficaz revolucionaria entregada a la causa, era sin embargo un freno a la revolución.
En el momento de nuestra despedida es cuando comprendí que aún tenía mucho que aprender. El Camarada Uguin en alabanza a su rango y eficacia revolucionaria, mirando a las avenidas le hizo ver que había demasiada gente leyendo los libros editados por el comité:
“mientras leen no producen”
Es la frase que hizo pensar al camarada Pot; como un resorte, mi entrenamiento en la Lubyanka me puso sobre la presa y salté como un mujik acosado por revolucionarios ¿no sería positivo cerrar la fábrica de lentes para lectura que ha puesto en marcha? la producción es revolucionaria, sólo los intelectuales del partido deben pararse a pensar.
Tengo la impresión de que nuestras sugerencias causaron el debido efecto en el camarada Pot.
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