martes, 24 de noviembre de 2015

Deambulacrum

Estampitas, invocaciones y advocaciones: el Hospital de Manises está lleno de ellas: con apariencia nueva era y con presunción de apariencia amable: advocaciones sobre la salud, invocaciones a la mejora, la salubridad y a “un bien mayor” y cuadros con frases de manuales de autoayuda.

Y estampitas, con la foto de Cavadas y dos más, vestidos de médicos de serie americana, que velan por nuestra salud; a tamaño grande, en letra pequeña se especifica que es “el equipo” por todas partes, por todas las vistas.

Estampitas, invocaciones y advocaciones, pero por lo civil.

Pero no dejan de ser lo que son: estampitas, invocaciones y advocaciones.

Conozco a un gran cirujano y un gran proctólogo; ambos son discretos y no hacen alarde ni publicidad; conozco dos, me conforta eso, me entusiasmaría saber que es la norma y no la excepción.

El otro día me extirparon un parásito espacial (que está siendo estudiado por la Nasa) y con motivo de ello, me di cuenta de que en unas horas pueden estropear o arreglar un dislate, pero que la carga de la sanidad la llevan los médicos de cabecera (de ambulatorio se dice ahora) y que es muy necesario enmendar el disparate de este sistema que desdibuja la importancia de la atención inmediata, que al fin y al cabo es la que te conduce y orienta.

Con tal motivo, me dirigí a la autoridad de Buñol.

 

Sra. Directora del ambulatorio de Buñol:

El día 13 de Noviembre fui intervenido en el Hospital de Manises. El tratamiento recibido desde que pasé a vestirme de operando es deplorable: nadie me dio una explicación, nadie contestaba a mis preguntas, nadie tuvo la mínima consideración, ni cortesía, hacia mí: todo el personal que estaba allí, cuando no atendían sus trajines hablaban entre ellos de una página web de compra venta que –por supuesto- es mucho más interesante que toda mis cuitas.

Subido a la planta donde (imagino) deben estar los quirófanos, tan sólo se presento el que se hizo llamar Dr. Tomás, como anestesista: ni disimuló su absoluto desprecio a mis preguntas e inquietudes. Tratado con condescendencia, despectividad, desdoro, y abulia mientras hablaban de sus cosas en quirófano, lo siguiente que recuerdo es el frío: desperté, tenía mucho frío, lo dije; “tienes que mear” fue la respuesta de las mismas, seguían en apasionada conversación sobre compras y ventas. Me quité el gotero de la mano, me acerqué al mostrador, pregunté si debía mear en un bote “no, en el baño” no tiré la cadena ¿alguien debe ver o revisar esto? No, ya te puedes ir a casa.

Nadie en ningún momento me trató con respeto, consideración, o humanidad.

Ahora, al repasar el papel que me dieron sé que me operó una mujer a la cual ni tan siquiera vi.

Las pautas a seguir, en un folio, son las que me informaron de que debía llevar calzoncillos (ellos lo llaman slip, ignoran el idioma castellano, quizá sea eso el problema) debía lavarme, y curarme la herida.

Jamás hubiera podido imaginarlo.

Sobre las nueve de la noche llegué a mi casa; el único recuerdo claro que tengo es el del dolor.

El dolor.

Hasta que (sábado) por iniciativa de un amigo, no fui al ambulatorio por urgencias, no tuve un tratamiento, ni una pauta a seguir para afrontar el dolor.

Debo manifestar con rotundidad que si he salvado esta situación ha sido gracias a las pautas: médicas, del médico de urgencias, y de limpieza de herida, de la enfermera; los cuales cuentan con mi gratitud.

Mi pierna seguía bajo los efectos de la anestesia.

El lunes, al tener una bajada de tensión (para mí, obviamente, preocupante) me hice llevar al ambulatorio. Siendo horario laborable, en el mostrador de recepción dije que quería ser atendido

-¿pero qué te pasa?

-tengo una bajada de tensión, estoy recién operado, quisiera que me viera alguien.

-pues ven a las doce.

-estoy a 4 – 9, creo que debería verme alguien.

-pues te sientas en una silla.

Volví a mi casa, endiñé un soplo de coñac, comí algo, desaté mi ira a gritos en el huerto, preparé una trama, empecé las gestiones para ir a ser tratado a algún hospital privado fiable, en Madrid o Navarra; obviamente, no en Manises.

Mi pierna seguía bajo los efectos de la anestesia.

Por la tarde me hice llevar al ambulatorio, con la idea de que si estaba el celador, nos íbamos, con alguna mentira, a ser atendidos al hospital de Requena: Las pautas de la Médico respecto a la tensión, y los consejos y consideraciones del enfermero respecto a la herida y al postoperatorio tienen verdadero valor y me han sido de mucha y demostrable utilidad: a ambos les estoy muy agradecido, ciertamente.

No puedo sino estar agradecido y considerado a los dos médicos y las dos enfermeras que me atendieron y orientaron, y quisiera dejar constancia de esto.

No voy a decir mi dictamen sobre la actitud del recepcionista: al tratamiento de “tío” y “pues te sientas en una silla, tío” si debo explicarlo, no merece la pena; si alarmarme por tener una tensión de 4 – 9 es pánico o miedo del cobarde, son los médicos los que deben de juzgarlo; si, pese a todo, luego llamo para explicar a mi médico de cabecera que, aunque me habían concertado una cita no iba a acudir (cuestión de educación y respeto al trabajo ajeno) y, “salta” la “centralita” en lugar del tf de cita parece ser que sonó el de urgencias, cuando se me dijo que volviera a llamar que la centralita se desprogramaba, obviamente, di la respuesta adecuada a esta situación: no: llamaré a la Bruja Lola, mandan huevos.

El dictamen a tal individuo que tal desprecio mostró, a mí, a mi salud, y a la naturaleza de su trabajo ya lo he echado. La administración resuelva sus errores, yo pondré linde a mis problemas.

La configuración de los sistemas de telecomunicaciones instalados en el ambulatorio de Buñol es tal que, cualquier persona con una cuenta en facebook, es capaz de programarla, de inmediato: así pues, es perfectamente capaz de enmendar un mal funcionamiento transfiriendo una llamada al sitio adecuado: la indolencia, vagancia, holgazanería y despectividad debe considerarla la empresa; mi dictamen es claro.

(Refiero facebook porque es lo que se veía en una pantalla cuando acudí al mostrador)

Siendo, como directora del ambulatorio, la persona al frente y primera línea de choque de la salud en Buñol, debe ser usted informada de los dislates que suceden cuando sucede algo que, aunque se quiera disfrazar de rutinario por cirujanos con actitudes de series americanas, para el paciente es extraordinario y fuera de lo normal; y del mismo modo que considero que debe ser urgentemente saneada la forma y método de tratamiento al paciente de Buñol en el hospital de Manises, y debe ser más prolija y considerada la atención en recepción, debo hacer constar que el personal sanitario del ambulatorio demostró ante mí una calidad profesional (que, obviamente, sé valorar) y humana que, en sí misma, pone en evidencia la suficiencia y despectividad del personal del hospital.

He querido reflejarlo por escrito y entregárselo en mano antes de hacerlo público.

Muchas gracias a usted por su atención, y transmita mi consideración más elevada y agradecimiento a los médicos y enfermeros que me atendieron.

Ignacio Tomás.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

El sistema educativo, excelente.

Iba a doctorarse: ni sabía el tema, ni sabía qué iba a desarrollar, pero el doctorarse en Enfermería lo tiene muy a gala: estaba en ello, porque puede, aunque no sabía ni en qué: pero es que la enfermería es una ciencia, aunque no supo definirme clasificación, ni rango, o taxonomía, ni, tan siquiera, objeto de estudio, pero iba a doctorarse; no es un éxito aislado: la prensa dice que las enfermeras podrán hacer recetas; lo cual, pues tranquiliza, ¡como no! desatado el disparate, corra el agua por todas las tablas, y aquí impóngase el poder de la burocracia clientelar sobre la cordura, que no otra cosa es: una vez ya en marcha, la vieja aspiración de los psicólogos de hacer recetas, pues cae por su propio peso: y la aspiración, desde su fundación, de la facultad de Psicología de Valencia de tener una licenciatura en parapsicología, sea adelante también: así, en los ambulatorios, te echarán las cartas, te alinearán los chakras y pondrán diecisiete velas en cruz, en honor a Babalú: moriremos enfermos de espanto, pero con el aura impecable.

Si ya el ego, el impostado papel, y la apariencia, deleznablemente copiada, de series de tv de los médicos en los hospitales es vomitiva, a partir de ahora se doblará la dosis: de impostación y apariencia, que no de conocimientos.

Va adelante el disparate: los efectos son, per se, letales, la Universidad española es lo peor del mundo, y facultades de medicina que eran modelo y primor, ahora andan por detrás de las peores del tercer mundo; la atención sanitaria es deplorable: seguramente haya que hacer doctorados en bedelería, y también doctores camilleros y doctoras limpiadoras, porque el rango y el título que sublime el ego es lo que vale: la profesión, eficiencia, eficacia, el buen hacer, la discreción y el ejercicio de la medicina es lo de menos: es el sueldo que te da el rango, y no tu calidad, y en ello andamos.

Imagino que el único doctor que lo es sustancialmente, aberraría  esta situación, pero de Santo Tomás de Aquino ¡hace mucho tiempo! y yo no soy moderno: no vale el estudio, sólo el papel que te da el titulo de algo.

Apañados estamos.

Cuando empezó la titulitis en los ochenta, Forges saco un chiste, de conversación entre un atildado de chaqueta y un pastor con borregas

-Escuche, humilde pastor….

-De eso nada: licenciado en bucólicas.

Me doctoraré en bucólicas, titularé en églogas y ejerceré de misántropo: espero a cambio de ello un sustancioso sueldo, lo del ego no lo llevo de serie, pero exigiré tratamiento, y poder hacer recetas, como no.

Esto va a ser muy divertido.

jueves, 12 de noviembre de 2015

Mapas topográficos difusos

Y hoy es San Martín.

El invierno nos caerá encima, súbito, y con grandes esparajismos: antes simplemente hacía frío, ahora son olas de frío, o ciclogénesis, o nombres rimbombantes y presuntamente cientifistas para todo, porque al no haber evolución del conocimiento hay que inventar nuevos términos para poder justificar un eterno progreso que no sólo no existe, sino que está sumiendo a la gente en la superstición, con el fragor de los medios de propaganda que cada vez menos son de comunicación y más de sumisión: y la de tonterías que dicen a todas horas.

Nos caerá el invierno como siempre, y tendrá su cierre, como siempre: la noche todo lo esconde, y el invierno es la noche, y en ello andamos.

Y la superstición más arraigada, la democracia, está montando su espectáculo de grandes proclamas y dignidades ofendidas para justificar el paripé al que llaman elecciones: sigue mandando el dinero, seguimos bajo la sombra del mal: de la llamada cuestión catalana, que no es más que cosas de una cuadrilla de soberbios de Barcelombia, lo que nadie dirá es que la sentencia está dictada: Rotschild ya ha dictaminado, y eso, es lo importante, lo demás, campaña publicitaria para guardar su discreción.

Y el que crea otra cosa está muy equivocado.

Aquí bajo el estigma de la modernidad y bajo la superstición de la democracia, todo, por todas partes, se ha entregado al dinero; y aquí, adorando al becerro de oro y anhelando una vida cómoda en Wall Street con ensoñaciones personales inducidas por la propaganda, la gente cae en la ruindad y la bajeza de una manera deleznable: todo en sus vidas es tasable por dinero, y nada más ven: nada más obtendrán, y además, muy poco.

Las elecciones ya están decididas, y el cambio de la sacrosanta constitución también: se trata de que se funcione como en usa, con sindicatos mafiosos, dos partidos descafeinados y una corte corrupta entregada a los mantras de la plutocracia. y nada más: el que no quiera ver, no ve.

Todo eran ensoñaciones pueriles de modernidad y primaveras de flores en el pelo, pero llega el invierno, porque el invierno siempre llega.