“cerca de Fray Bartolomé de Miranda digo que nunca le vi leer ni en su poder libros de estos vedados mas creo que en Trento los habrá leído para el negocio que allí se trata. Y así, leyendo yo en Lutero de libertate christiana hallé muchas cosas que he oído tratar y predicar al dicho maestro Miranda y mucho de su lenguaje es el hacer caso de solo Jesucristo y de su riquísima e infinita satisfacción y tener en poco todos nuestros bienes y obras virtuosas y también nuestros males…Esta sobredicha plática, aunque el dicho maestro la entienda católicamente como cierto tengo entendido de él, mas con todo esto confieso no estar yo y otros de los de esta compañía errada dispuestos con estos jarabes…..el sobredicho maestro ha hecho un libro en que se encierra toda la sustancia de nuestra fe y religión, adonde, aunque bien declarado su ánimo cristiano y religioso, entenderán VV.SS de la lección de él el exceso que hubiere en el lenguaje que tengo dicho, y proveerán lo que convenga sobre ello”
Declara el 12 de diciembre Fray Domingo de Rojas.
Habiéndosele presentado el texto de los artículos de la fe, delatados por Francisca Zúñiga, Rojas reconoció plenamente su paternidad literaria (pero tira un rebote al padrinazgo intelectual de Carranza)
Trató de envolver en su pecado material más que formal a Fray Bartolomé Carranza; supongo pasión de discípulo que no sabe volar solo.
La adhesión al luteranismo por parte de Rojas tuvo lugar según confesión propia “el día de Santa Lucía que pasó hizo un año”: o sea, el 13 de diciembre de 1557.
Continúa sus confesiones en marzo y abril de 1559.
Refiere su detención en Roncesvalles muy truculentamente; estimaba que su causa iba ligada a la del arzobispo, pero al Obispo de Pamplona, Ramírez, le dijo que “al arzobispo no tocaba nada de cosa semejante”
De la ortodoxia de Carranza cuando hablaban de cosas del concilio de Trento dice que “siempre que se ofrecía esta plática, le veía hablar católicamente, mostrando más la falsedad de los fundamentos de los luteranos y de su doctrina que de otro ninguno y por esto dijo que cierto el dicho Bartolomé de Miranda no le había pegado sino que antes de su conversación y doctrina hubiera de ser bastante para preservarle de no ser engañado como lo fue”
El 10 de abril los inquisidores amonestan gravemente a Rojas acusándolo de “callar y encubrir muchas cosas” y personas en sus declaraciones. Volvió a ser amenazado con tormento. Se mantuvo en su negativa, y los inquisidores decretaron que fuese puesto a cuestión de tormento. Rojas se hunde “por amor de dios que se apiaden de él, que no tiene más que decir y que en ello pecaría mortalmente” en la cámara de tortura fue requerido a que dijese la verdad. Pero no salió de sus protestas de inocencia. Puesto en materia, revela la raíz de vanidad que lo llevó por peligrosos derroteros “dijo que el mayor yerro que hubo en el negocio es que para persuadir a otras personas a ello y para autorizar este negocio este confesante dio a entender que Fray Bartolomé de Miranda estaba en este artículo de la justificación, y que en esto, por el paso en que está, que no piensa vivir, dice que pretendía lo uno dar a entender a las personas que lo decía, que este confesante era ya viejo en este artículo y enseñado muchos días había en él, y solo por vanidad que no pareciese que se le habían pegado así de presto, lo decía”
A Rojas “no se le pasó por la cabeza” que el maestro negase el purgatorio. Conoció la mala fe con que actuó d. Carlos de Seso con Carranza, y a él tira “d. Carlos es el primero principio y total fundamento de este estrago”
El 8 de octubre de 1559 murió.
Escapa del auto de fe de mayo de 1559, viéndose perdido empieza a actuar a la desesperada.
El 19 de junio pidió audiencia y para “satisfacer a su conciencia” pidió el catecismo y un cartapacio de sermones de Carranza, en poder de la marquesa de Alcañices y los comentarios de la epístola a los Gálatas que tenía Fray Alonso de Castro para leerlos con atención “porque él tiene voluntad de que las cosas se saquen de raíz” el 15 de julio comunica “que tiene acabado el negocio” y presenta 15 folios.
Pidió manuscritos de comentarios a San Pablo y sermones que la Inquisición había secuestrado a Fray Alonso de Castro y a la marquesa de Alcañices; se le entregaron el 2 de agosto; 3 días después pedía le mostrasen unos manuscritos de Juan Sánchez, donde figuraban las consideraciones de Valdés para hacer cotejo de las frases luteranas y Carranza. El 10 de agosto reclamó una carta de Juan de Valdés a Carranza, que la poseían Fray Luis de la Cruz y Fray Alonso de Castro; pidió una obra de Lutero y otro manuscrito de Juan Sánchez. Rojas levantaba nuevas pistas sobre Carranza, intentando librarse él echando la culpa a otro. Muy original.
Presento su nueva censura el 17 de agosto. Hacía un año que el arzobispo había llegado a Valladolid.
A Rojas la amenaza de tortura le aflojaba.
“y digo cierto que si mi ánimo no estuviera tan sin sospecha del autor que enseñó lo contenido en este librillo que vuestras señorías me mandaron pasar, yo no supiera excusarle, porque leo en el muchas sentencias que con gran fuerza se pueden bien glosar de los católicos y fácilmente las podrían tener por propias suyas los luteranos, que no son amigos de tantas glosas “
Había reducido el luteranismo a 9 proposiciones y había comparado.
Rojas supo por Fray Alonso de Castro y Fray Luis de la Cruz que Juan de Valdés escribió desde Nápoles una carta a Carranza pidiéndole su parecer sobre los mejores intérpretes de la Sagrada Escritura. Interesado en examinar la carta puso en la pista de la misma a los inquisidores.
A los inquisidores no les preocupaba Rojas, sino lo que pudieron sacar de él: le pidieron ratificación de todos sus dichos. 5 páginas.
De nada le valió a Rojas esto. Mes y medio después de la prisión de Carranza moría en el segundo auto de fe en Valladolid el día 8 de octubre de 1559. Con d. Carlos de Seso y otros doce relajados al brazo secular.
La víspera de su muerte un fraile jerónimo que le fue dado por confesor dijo que Rojas quería hacer una última declaración. A falta de Inquisidor fue el notario Landeta a recoger sus últimas palabras “dijo que para el paso en el que estoy y por el juramento que tengo hecho que nunca más jamás después que conozco a Fray Bartolomé de Miranda entendí de él cosa que no fuese católica conforme a la iglesia Romana y sus concilios y leyes”
Pero una vez has levantado la liebre y difamado, a eso se agarran los que medran, porque lo importaba no era la verdad sino el poder que otorgaba la iglesia y Valdés lo quería todo para sí.
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