Cierto desconcierto me abruma. Nunca ha sido el camarada Uguin hombre de muchas palabras: más bien las justas; pero ahora le noto algo distante y disperso; hasta en la reeducación algo extraño he notado que no me ha gustado: pero no puedo elevar informe por quintuplicado al no tener evidencias científicas: excepto la delación de mi misma, si procede, pues no puedo demostrar nada más que una extraña sensación.
Su búsqueda de tontos útiles e inserción de agentes le lleva demasiado tiempo, que a veces noto en exceso: no me gusta demasiado la permanencia sola entre tanto enemigo, aunque es muy gratificante ver la degradación moral de los capitalistas y usar sus propias armas para la captación de tontos útiles. Supongo que también anda depurando los agentes insertados que no obedecen adecuadamente su misión o se niegan a dejar de ser durmientes y los reeduca adecuadamente; siempre pensando en el bien de la revolución.
Tras la ultima estancia aquí del camarada Uguin me inserté entre el mundo de la mecánica, los coches y el transporte pues aunque nunca sé sus intenciones, algo quería; aprovechó mis contactos cuando volvió: pasó dos días entre los mecánicos, infiltrado hasta que obtuvo los datos que, imagino, andaba buscando; y me encargó que profundizara tanto en esa estructura sindical como en mi red de contactos en los camioneros que hacen viajes de larga distancia: algo trama, evidentemente.
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