Llegó a Yuste el mediodía del 20 de septiembre, víspera de la muerte de Carlos I.
En ese momento en Yuste estaban el médico Mathys, que da los partes. Luis de Quijada, su mayordomo mayor; Luis de Ávila, historiador de las guerras imperiales de Alemania y el secretario Martín de Gaztelu; además estaba el Flamenco Van Male, españolizado Maligneo.
Entre los frailes, Fray Juan de Regla, su confesor, y con él otros monjes Jerónimos: el prior de Yuste Fray Martín de Angulo, el predicador Fray Francisco Villalva, Fray Marcos de Rioles o de Cardona, Fray Francisco Angulo y Fray Luis de San Gregorio.
Sin vivir en Yuste visitaban asiduamente al emperador D. Francisco de Toledo y su hermano el conde de Oropesa, amigos de Carranza.
Fray Juan de Regla, tres meses después de la muerte de Carlos I, el 9 de diciembre de 1558 depone espontáneamente ante la inquisición, ante el licenciado Valtodano “sin ser llamado, por descargo de su conciencia” El 26 de diciembre de 1558 declara por propia iniciativa Luis de Ávila, un partidario de Juan Regla.
Ya antes de la llegada del arzobispo al monasterio aparece unido un enrarecimiento del ambiente a su alrededor. Don Francisco de Toledo anota cierto cambio en el espíritu del emperador respecto a Carranza: antes de su llegada, lo esperaba ansiosamente y “lo que tocaba a su testamento lo quería tocar con el y con el regente Figueroa”
“Después que dicho arzobispo se hubiera detenido tanto en Valladolid, y allí en Yuste habían tenido noticias de lo que el dicho arzobispo había visitado y hablado a favor de la marquesa de Alcañices oyó decir que no lo había deseado tanto su majestad”.
Juan de Regla. Carranza lo cita en las tachas, por una disputa de Trento:
“…el resentimiento al verse postergado en el concilio y al verse poco estimado y honrado por quien subió mucho más arriba” dice Carranza, humildemente.
Según diego Ximénez, compañero del arzobispo en Yuste, no le hizo mucho caso Carranza a Juan Regla, lo cual no le hizo mucha gracia.
Fray Pedro de Sotomayor O.P. catedrático de Prima de Salamanca y testigo presencial de los sucesos de Yuste toma nota de lo que se decía entre los dominicos respecto a Fray Regla y su falta de “buena voluntad” para con el arzobispo; Pedro de Manrique, canónigo Toledano sabe algo de oídas de la enemistad, “ser publica voz y fama entre algunas personas que el padre Regla trataba muy mal de la persona del Arzobispo, y por haber sembrado esta fama entre los religiosos de su orden y entre otras personas era causa que se tratase mal entre ellos de la del Rmo. De Toledo “
Después de comer, “estando su majestad muy malo, dieron prisa al dicho arzobispo que viniese de Cuacos, y entro desde entonces hasta que su majestad murió aquella noche…” a ratos rezando y a ratos hablando.
El emperador le pidió unas palabras de consuelo, y este comenzó de rodillas a comentar el salmo de profundis.
Ante un crucifijo, y con todos los beatorros pululantes, dijo las palabras que llegaron a la sala Constantina en la fase romana del proceso: estaba condenado antes de hablar, hubiera dicho lo que hubiera dicho.
Fray Pedro de Sotomayor, catedrático de prima de Salamanca afirma que Carranza habló “muy católica y cristianamente”
Martín de Gaztelu, secretario imperial que espiaba ojo avizor a Carranza, confiesa que no oyó al arzobispo “cosa que este testigo ni otra persona se escandalizase”
En el momento de la muerte, Carranza se acerca y lee la comendación y absolución general que se suele hacer a los que agonizan.
A cuenta de la absolución sin confesión monta el lio Juan Regla. Carranza se autoexculpa.
A las dos y media de la mañana del 21 de septiembre de 1558 la palma Carlos I.
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