El avance de la revolución no debe permitirnos entrar en detalles sentimentaloides protofascistas de moral burguesa; más que mi nacimiento (recuerdo con sentimientos burgueses los afectos desde niña que me dedicaba el gran Iosif: “Tío Stalin” me conminaba a llamarle) más que todo eso, debe reflejar su informe mi adecuada disponibilidad para servir a la revolución en los puestos que me son asignados: el sentimentalismo es una rémora fascista de la que hay que desprenderse; cualquier atisbo burgués debe extirparlo de sí misma veloz y rauda: la revolución no admite demora. Si para algo ha de servir su trabajo ha de ser para la disponibilidad de las generaciones revolucionarias venideras de la dialéctica de la lucha antifascista utilizada: no somos burgueses enriqueciéndose sino luchadores de la revolución, aunque utilicemos a los tontos útiles para la consecución de nuestros fines.
En mi vigor revolucionario más que mi nacimiento influye el momento en el que se me empezaron a asignar trabajos de índole delicada por el NKVD. El entierro del comandante Seminoff es un momento importante en mi carrera revolucionaria: cuando el comandante Lysenko me indicó que le habían ordenado que tras el entierro debía presentarme voluntariamente obligada al NKVD no tuve momento de duda: mi servicio es mi vida, la revolución es lo primero.
La Lubyanka es un centro científico de alto nivel: yo, humilde revolucionaria de koljós, comprendí la grandeza de la revolución entre los niveles y estructuras del NKVD. Allí mismo se me informó que para evitar desviaciones trotskistas y contrarrevolucionarias, el camarada Uguin en persona había dispuesto que debía pasar un proceso de reeducación voluntariamente obligatoria que él en persona supervisaría y controlaría para evitar desviaciones; que un gran revolucionario fuera a entregar tanta dedicación me pareció un signo de que debía ser realmente parte integrada de la causa; esperaba anhelante el momento de comenzar: la simple rotundidad cientificia de los argumentos parecieron suficientes para entregarme sin ningún tipo de reservas al proceso de reeducación; y así lo comuniqué (por quintuplicado) a los agentes que me hicieron la captación voluntariamente obligatoria como agente y que informaron a la superioridad.
Es por eso que luego pude declarar que aunque en esa reunión el camarada Uguin no estaba presente, no estuvo junto a Lenin cuando le dio el vahído; debió ser casualidad que el policlínico 13 de Moscú estuviera vacío cuando llegó; no fue él quien llevaba una bata de enfermero que ocultaba su arma corta, ni fue él quien conminó el tratamiento que se debía dar al líder de la revolución.
A pesar de tanto esfuerzo científico, el camarada Lenin murió aquella aciaga noche: nos enteramos por la radio de onda corta cuando Uguin en persona empezaba a reeducarme en sus habitaciones de la Lubyanka, por quintuplicado, horas después del fallecimiento: no me tembló el pulso al certificar que había estado conmigo desde el entierro. Lamentablemente, pese a las difamaciones trotskistas, Lenin murió de muerte natural.
Y con gran sentido revolucionario y para bien de la humanidad, el Gran Stalin tomó el mando de la nave: la firmeza de la revolución está más que asegurada.
Sólo años después pudieron intuir la eficacia del Polonio para ciertas afecciones contrarrevolucionarias.
Fue ese día cuando se me encargó mi primera misión, que preparé con la dedicación de pionera revolucionaria en todos sus detalles.
3 comentarios:
Lo confieso, Ignacio: No me estoy enterando ni del no-do. :(
Mañana te explico, que ahora ando de juerga y con el movil
Están saliendo dos series de posts: uno es la Seminova, que la desarrollé con interés de que la gente se riera;tienes completo el escrito en una página del blog, arriba a la derecha está. el otro es un pequeño resumen del estudio que tengo sobre el proceso a Carranza. Me gusta más verlo publicado así que “canónicamente”
El planteamiento es básico: el “aire de los tiempos” o lo políticamente correcto marca una época, siempre con crueldad; y ese proceso lo uso para hablar de la realidad de hoy. Que es deplorable, y todos lo sabemos.
La intención es publicarlo, pero las editoriales son una panda de gilipollas: todos saben más que yo, que solo he estado hasta en los archivos vaticanos viendo legajos, años de estudio y reflexión sobre el tema, y me quieren “definir” la investigación “por mi bien” que les vayan dando, exactamente.
No voy a juzgar a Carranza, ni a la inquisición, simplemente quiero que se vea un panorama en el que pasan cosas: empieza con los autos de fe,acaba con la muerte de este hombre; creo que es extrapolabe a España,. Hoy.
Publicar un comentario