Para Tellechea no es propio hablar de luteranismo; se delimita sin moderación ni rectitud, y eso conllevó tanto problema.
Carlos I desde Yuste de haber visto la herejía como algo de fácil extinción “un principio sin fundamento ni fuerzas” cambia de apreciación cuando el secretario Vázquez de Molina le comunica la prisión de Cazalla: le escribe a la princesa para que inste al inquisidor a atajar tan gran mal, “es necesario poner mayor diligencia y esfuerzo en el breve remedio y ejemplar castigo” Luis de Quijada es el que fue a Valladolid a dar el recado a la princesa y al inquisidor.
Las cárceles se llenaban de presos, y aún se dejaba de prender a algunos “porque no hay cárceles donde los puedan tener a buen recaudo” faltaban inquisidores, tanto en la inquisición de Valladolid como en el consejo de la Real inquisición. El inquisidor general Valdés, refiriéndose a la carencia de inquisidores en carta a la princesa gobernadora: “y de los cuatro que quedan el uno es teólogo, que puede ayudar poco en los negocios que ahora se tratan” Estos eran evidentemente de carácter teológico, ya que de herejía se trataba. Es la pelea de teólogos y canonistas. Pero para Valdés sólo eran cuestiones procesales, jurídicas, que había que solventar como fuera.
Ante este clima de furia, el pueblo, por supuesto, más indignado que nadie.
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