El abono era una defensa propia y personal del reo por la cual él mismo proclamaba su trayectoria y todo aquello que abonaba su ortodoxia, su vida y su trayectoria.
Las indirectas eran la forma de enfrentar las acusaciones mediante sus escritos, hechos, palabras, que probaban indirectamente la falsedad de los cargos. A una acusación se probaba su falsedad basándose en su incongruencia con la trayectoria vital del reo.
Las tachas eran un recurso del reo: de antemano invalidaban los juicios y declaraciones de determinadas personas que podían actuar en su proceso por animadversión conocida: de esa manera el reo tenía una defensa ante la oleada que se le podía venir encima a hacer leña del árbol caído.
Muchos testigos declaran en descargo de sus conciencias, otros más o menos obligados por la presión social, otros por las pasiones humanas, otros por militancias. Fray Domingo de Rojas declara por la amenaza del tormento. Casi todos los declarantes apelan a su derecho a la fama.
Una pregunta de fórmula cierra indefectiblemente todas las deposiciones inquisitoriales: se interroga si se declara o delata por odio. Casi unánimemente se contesta negativamente.
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