El Santo Oficio.
El Arzobispo Carranza fue detenido en Torrelaguna, en plena visita pastoral el 22 de agosto de 1559. El inquisidor General Valdés se había salido con la suya. Cuando obtuvo el breve pontificio que le autorizaba genéricamente a proceder contra los obispos, el 9 de enero de 1559, uno de sus criados manifestó que se celebró en su casa "como si hubiera obtenido el capelo cardenalicio" para Tellechea se demuestra que esta victoria no fue sino una batalla temporal, y que al final se perdió esa guerra. No es esa la cuestión que se trata: Valdés quería abanderar y detentar todo el poder de la iglesia católica en España; unido esto a las rencillas personales, entre órdenes, y las envidias, simplemente con mantenerlo apresado desactivaba a su enemigo, a su superior en la jerarquía católica, detentaba él todo el poder que conllevaba su status religioso; no le bastaba con ser inquisidor general, lo quería todo. No se trata de cuestiones tangibles que acaban siendo la excusa para salirse con la suya, sino de codicia, ambición, ansia de poder: en esa carrera, todos los elementos que fueran favorables eran aprovechados, pero lo que trata el fondo del asunto es el poder.
El momento intelectual de la época es, fundamentalmente, determinado por todo lo referido a la Dieta de Worms y al Concilio de Trento. El problema de Lutero y la extensión del Luteranismo, aparte de crear una fractura social que hoy día perdura, fue un momento de catarsis social que sirvió para dos cosas:
· Determinar claramente la fe personal de cada uno, loable: ciertos temas dejan de ser nebulosos y se someten al canon; la gente clarifica en tiempos tormentosos, atendiendo a lo disperso y quitando obnubilaciones.
· La utilización demagógica y sesgada de éste momento por arribistas y envidiosos para medrar a costa de los problemas sociales y la incertidumbre generada.
Aunque éste segundo punto sucedió en "ambos bandos" de la contienda religiosa, en el bando católico, y sólo en España se da todo tipo de situaciones que cada día veo repetidas por todas partes.
Cuando los alguaciles de la Inquisición detuvieron a Carranza, sabían muy bien todos lo que estaban haciendo.
En aquel momento era el primado de España. Y una de las claves del concilio de Trento. De un rigor epistemológico impecable, su acusación era de herejía.
Esa es la clave: es la historia de España.
Perfectamente sabía Valdés, el inquisidor general que lo procesaba, que todo era mentira.
No importa, ni la mentira, ni el desdoro: no se trata jamás de hacer lo que pretende la ley o la norma, se trata de destrozar a alguien con las armas que tenemos a nuestro alcance.
Tras un proceso larguísimo en cárceles de la inquisición, Carranza salió absuelto: eso, realmente no importa, su absolución fue sólo la pataleta de Carranza por no perder todo; lo importante, lo que se hizo fue un clásico español:
Mediante la maledicencia, el cotilleo, y el atribuirle cosas que no son y actitudes inventadas cuando no tergiversando todo, y sólo con esos datos, machacar a una persona. Se desactiva al contrario, se evita el argumento y la justicia, se impone un criterio por cojones y no por razones.
Mediante una denuncia, un desdoro, se echa encima de alguien todo el aparato del cotilleo y el mal: estaba perdido Carranza, él lo sabía. Aunque salió absuelto, fue desactivado y apartado del mundo, por los peores enemigos: la envidia.
Todo lo que vaya contra la fama y honor de una persona, es maledicencia: y eso, no se hace.
Pero el proceso de Carranza sucede demasiado a menudo en España, nos sucede a todos: juzgamos y somos juzgados por cotilleos, maledicencias, difamaciones y maldades; nada importa la verdad, ni el daño hecho: sólo importa el cotilleo, el maldecir, el hablar mal y el hacer daño.
Y aunque luego te desdijeras, el daño está hecho y es inexorable: la inquisición pervive como forma antropométrica de medida social: vale lo que digan de ti, no tu obra; vale la maledicencia, vale el malhechor y no la persona. Y así va España hoy. En el bar:
-“En la segunda guerra mundial murió mucha gente”
-“Algo habrían hecho”
Y hay quien se cree que “hemos progresado” desde que sucede cada momento este proceso, iniciado en 1558.
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