Debo hacer constar ante el comité de evaluación la enorme admiración que me produce la camarada. Cualquier novato ante su primera misión como agente ya, le habría descerrajado dos tiros al agente de la CIA y habría hundido la moral del enemigo. La científica capacidad analítica de la Camarada Seminova y su sosegada humildad revolucionaria le llevan a aconsejarse en su mentor y a urdir una trama en la cual intervengan diversos factores, de distintas fuentes y procedencias, pero con el mismo resentimiento hacia la sociedad que es el germen que hace cultivar en el lumpenproletariado el ansia revolucionaria. El buen hacer de las mujeres feministas revolucionarias es siempre más eficaz que la acción directa. Conforme consta en su diario, lo único que tenía claro es que no tenía nada claro que iba a hacer con esos elementos, pero tenía la intuición de que debidamente mezclados y agitados en su reeducación y alentando sus instintos de halagar y hacer tonterías por una mujer, eran capaces ya de cualquier cosa: no sabía que hacer, y empezaba a aburrirse con ellos alentándolos y aleccionándolos hasta que un día como una luz refulgente le llegó un mensaje por el correo secreto y cifrado del gran Stalin: junto a Lysenko habían decidido que las dachas habituales eran demasiado frías y buscaban nuevos sitios para continuar con el desarrollo de la revolución, y la mente unívoca del gran Stalin le hizo de paso solucionar varios problemas a la vez, como siempre: es el prodigio del socialismo. Los submarinistas del NKVD, viciados por el exceso de práctica, ya confundían las botellas de submarinismo con la piedra sujeta a una cuerda, por lo cual con el estrés, las preocupaciones y las envidias estaba siendo diezmada esa unidad; decidieron que a la vez que investigaban el desarrollo del polonio en ambientes cálidos y la nueva medicina socialista, que tan buenos frutos estaba dando, como había demostrado el camarada Fagioff, habría que desarrollar tanto las unidades submarinistas del NKVD como la medicina socialista y las formas de estudio forense de la realidad (siempre dijo Lysenko que al fin y al cabo lo mejor era sanarlos en la mesa de autopsias) y que la camarada debía tomar las decisiones adecuadas para buscar un nuevo lugar para las dachas y de excusa para los estudios y perversiones de Lysenko; de tal modo le cifró un mensaje personal:
“Sé que hace calor, y hay palmeras pero ¿Qué opinas de los casinos? ¿Tienen furcias?”
“¿acaso eso es revolucionario?”
Y de paso serviría para que con el tiempo el lecho del Moscova se fuera limpiando, que ya aparecían algunas sospechosas piernas y gorras flotando los días de encalmada, aunque la gente miraba voluntariamente obligada hacia otro lado.
Fue en ese momento cuando tuvo claro que era lo que debía hacer: y lo hizo.
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