Ayer falleció mi compañero camarada. La revolución sigue su curso: no permitiré que los sentimientos burgueses y contrarrevolucionarios se apoderen de mí y dificulten mi labor en el puesto asignado por la revolución.
Conminada por el comité, y en rigor revolucionario acudí al policlínico 13 de Moscú para el reconocimiento del cadáver y en cumplimiento de los trámites legales del estado soviético, certificando, por quintuplicado, que aquello que estaba desparramado por ahí era mi difunto compañero. Quizá en un momento de debilidad contrarrevolucionaria me extrañó que, dada su tendencia a la extrema pulcritud, llevara en la trasera de los pantalones marcada, evidentemente, la huella de la suela de una bota revolucionaria de las que elaboran en el koljós “Caminemos por la revolución” pero debe ser efecto del accidente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario