Es mi obligación como revolucionaria y como mujer oprimida dar especial énfasis en mis estudios a la grandeza de ése momento de la Revolución permanente: en el momento más delicado desde la corrección de las desviaciones trotskistas, toma el poder del politburó una mujer, resuelve la situación y de paso se libera pacíficamente al pueblo de Afganistán, y las operaciones de delicado cumplimiento y de mayor gravedad y trascendencia desde que Oswald sirvió a la revolución son dirigidas en persona por las camaradas del koljós “Noches del Ártico” y no confían en nadie mas. El mando revolucionario de las mujeres asegura así la permanencia de los órganos de poder, la liberación pacífica de un país oprimido y la obligatoria reeducación del díscolo que se negó a recibirla: la mujer ha de ser uno de los ejes donde pivote el movimiento de inserción en el enemigo dada su eficacia, eficiencia y solidez argumental, a la vez que su perspicacia e intuición para plantear los problemas más peliagudos.
La semilla del Gran Timonel, el hecho de que el camarada Stalin liberara a la mujer de sus ataduras medievales y la considerara como un órgano más de producción, como evidencia sus relaciones con Seminova y la igualdad revolucionaria; y el gran avance socialista de la mujer como productora liberada de ataduras medievales es un hecho revolucionario que debe ser proclamado e insertado entre el enemigo para causar la debida disensión y filiación.
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