miércoles, 25 de agosto de 2010

En el vigor y la canícula

Aprieta en rigor el poniente en hartazgo

y preludia, con mayéutica, el fragor del otoño

que vendrá con sus lluvias y sus riadas ¡oh escándalo!

ya sazonarán convenientemente voceadores públicos.

Imprudentes, las pilinguis acechan fantasmas

que no vendrán por ellas; sospechando

que la realidad

se trastoca en espiritualidad

para todos: barra libre, andando, caminad

y cada cual se sirva: denostaron la iglesia,

recuerdan el rosario. Se funden en lógicas

imposibles, trabadas como urdimbres

que justifican sus miserables vidas.

Anda el otoño acechando, el cuerpo cimbre

porque hoy es Santa Patricia; pasa como tránsito

y la temperatura fríe el asfalto: al asalto

Melilla pide tropas, para contener la morería:

se impone ya evidente la satrapía

y la gente se manifiesta con cirios y rosario.

Como una marea se impone una oleada

de lucidez y hartazgo, de vigor y fango

trabajo y esfuerzo: nada fué en vano.

Entra el otoño, espera

la huesa del apóstol; espera incólume

y van y vienen y acuden y entran

y algunos a veces rezan rosarios

aunque jamás cumplan los preceptos ni reglas

ni acudan a misa como acto publicado.

Se postran y ruegan, cuidan su almario

en un espacio breve, entre Roncesvalles y Santiago

El apóstol no espera: simplemente, van llegando

muchos peregrinos; muchos disfrazados

de lo que quisieran pero no se atreven

y se andan disculpando.

Anda y que los zumben: sobrados

andamos de apariencias, y de nefastos

de gentuza, y vividores

politicastros y trasgos

progres de la legua, relativistas al caso

incapaces siempre de asumir su propio fracaso.

Vienen tiempos recios, España es un caso:

Sigamos adelante, peregrinos, al paso.

3 comentarios:

Museros dijo...

Sigamos, pues.

Museros dijo...

¡Ultreia!

Conrad López dijo...

Amén, D. Ignacio.

Ja soc aqui, como dijo l´Honorable en su día. Esta tarde te pego un toque.