Aprieta en rigor el poniente en hartazgo
y preludia, con mayéutica, el fragor del otoño
que vendrá con sus lluvias y sus riadas ¡oh escándalo!
ya sazonarán convenientemente voceadores públicos.
Imprudentes, las pilinguis acechan fantasmas
que no vendrán por ellas; sospechando
que la realidad
se trastoca en espiritualidad
para todos: barra libre, andando, caminad
y cada cual se sirva: denostaron la iglesia,
recuerdan el rosario. Se funden en lógicas
imposibles, trabadas como urdimbres
que justifican sus miserables vidas.
Anda el otoño acechando, el cuerpo cimbre
porque hoy es Santa Patricia; pasa como tránsito
y la temperatura fríe el asfalto: al asalto
Melilla pide tropas, para contener la morería:
se impone ya evidente la satrapía
y la gente se manifiesta con cirios y rosario.
Como una marea se impone una oleada
de lucidez y hartazgo, de vigor y fango
trabajo y esfuerzo: nada fué en vano.
Entra el otoño, espera
la huesa del apóstol; espera incólume
y van y vienen y acuden y entran
y algunos a veces rezan rosarios
aunque jamás cumplan los preceptos ni reglas
ni acudan a misa como acto publicado.
Se postran y ruegan, cuidan su almario
en un espacio breve, entre Roncesvalles y Santiago
El apóstol no espera: simplemente, van llegando
muchos peregrinos; muchos disfrazados
de lo que quisieran pero no se atreven
y se andan disculpando.
Anda y que los zumben: sobrados
andamos de apariencias, y de nefastos
de gentuza, y vividores
politicastros y trasgos
progres de la legua, relativistas al caso
incapaces siempre de asumir su propio fracaso.
Vienen tiempos recios, España es un caso:
Sigamos adelante, peregrinos, al paso.
3 comentarios:
Sigamos, pues.
¡Ultreia!
Amén, D. Ignacio.
Ja soc aqui, como dijo l´Honorable en su día. Esta tarde te pego un toque.
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