Exprimidas las cartillas de racionamiento y agotadas las resmas de cupones, no hay suficiente leña para calentar la casa: aun así, la Camarada Seminova sigue atendiendo al camarada Uguin en profundidad: entre todas no conseguimos rebajarle el ánimo, tal es la furia que lo llegó a poseer. Congela todo a su alrededor, su furia desatada poco a poco va bajando pero aun así es terrible la ira revolucionaria que le invade.
No obstante aunque al principio creímos que sería fácil, una vez que Seminova consiguió permanecer con vida y para nuestro asombro desvió el ejército para la revolución imparable en Afganistán, dio órdenes precisas a los comandantes, y volvió no sólo con vida contra toda esperanza, sino incluso trayendo al Camarada Ugin: nos ha costado que asumiera el plan: si bien lo ha hecho. Hasta el camarada presidente del Politburó viene todos los días voluntariamente a darle el parte de los avances y la selección de material humano y demás desechos sociales a utilizar para la consecución del objetivo.
No ha sido fácil hacerle ver que su aspecto no es el más apropiado para pasar desapercibido: hemos llegado a creer que jamás se ha mirado en un espejo; pero ante la indicación de que debería vestirse de clerical o de meapilas su pistola salía del cinto como por sí sola: ha sido extremadamente difícil hacerle ver que en la plaza donde se ve al enemigo sería fácilmente reconocible, y difícilmente se le podría cubrir con artillería o con infantería: es una misión para un hombre a solas, pero no ha de ser el. Esto le ha llevado a la melancolía: ha pensado si conspirábamos para llevarlo a la sumisión de la acción enmascarada; no acaba de confiar en nadie: esta misión ha de hacerse con prontitud, o puede originar problemas.
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