miércoles, 25 de abril de 2007

Juegos de palabra.

Llevamos una buena temporada en este país, en este mundo bajo la acometida de la palabra como arma.
Más que a un plan preconcebido, la degradación del lenguaje forma parte de la historia de la estupidez humana. La cosa empezó con las cursilerías aceptadas y promovidas socialmente, cambiando palabras; se empezó a definir el acto sexual con un afrancesamiento, cuando en castellano la palabra es joder: como dice Hermione en Harry Potter, el miedo a la palabra es el miedo a lo nombrado.
De ahí, como un reguero se impuso lo políticamente correcto, lo cual en sí es una traslación: se usó una expresión con visos de modernidad para darle pátina de verosimilitud a lo cursi, a la justificación de lo cursi como sistema verbal, con lo cual el lenguaje se convirtió en una cursilada.
Pero el poder es la palabra, la palabra es la verdad (y la vida) con lo cual a partir de ahí la realidad empezó a no ser real hasta que no estaba definida con sus palabras adecuadas: un país en el cual lo “tradicional” es el parricido, el cual, además lo habitual es que lo hiciera la mujer, empieza a tener crímenes de género (siempre pensé en asesinar a un adjetivo) y “atentados a la identidad sexual” es decir: cuanto más enrevesada sea la definición de algo, más validez tiene, aunque sea incomprensible.
Con la “democratización de la universidad” estas prácticas se hicieron habituales, en todo el rango académico, hasta perder su propia razón de ser. Entonces, como siempre la izquierda hizo bandera, se colocó delante de estas modificaciones y las asumió como propias.
En el claustro de la Universidad de Valencia se propuso, y se aceptó por mayoría que la universidad fuera zona no nuclear. Perfecto, y quedó muy bonito y a la vanguardia de la sociedad. Sólo que los departamentos de medicina nuclear y los tratamientos de tumores fueron obviados: al mantenerlos, la universidad entra en paradoja.
Y no es la única.
Pero ese lenguaje se ha impuesto; y con él, lo más bajo y deplorable de nuestra sociedad ha aflorado con rango de ley : a la intromisión se le llama control social, a la envidia se la disfraza de igualdad, a la ira se la disculpa, a la envidia se la justifica, los asesinos son modificados cambiándoles los nombres, poco a poco, lentamente. Al proceso de rendición de zp, se le llama ya por todo el mundo la tregua de eta, no la rendición a los asesinos.
Ahora, muchos hablan de la familia tradicional, así con el adjetivo se va desvirtuando el concepto llevándolo hacia la “modernidad” y así la estrategia está cumplida. ¿la estrategia? Sálgame yo con la mía, pese a quien pese, caiga quien caiga.
Y a la cobardía del que quiere estar en misa, repicando y de paso quedar bien con todos se le llama centrismo, relativismo o “moderación”
Alguien olvidó que lo de la moderación es para la bebida.
El bucle se cierra con la “modernización” de la enseñanza: se ha ido bajando el nivel, primero de los alumnos, luego por evolución lógica de los profesores: si no hay esfuerzo y no sabe nadie nada, más brillaré yo.
Si había alguna pretensión de control social por parte de quien maneja esa perversión del lenguaje, se volvió contra él: la gente cada vez más busca en las fuentes, la palabra directa y limpia, para aclarar sus conceptos y saber que pensar. Eso sí, el lío social montado, impresiona. Y en el medio, sin lugar a la tibieza, al gente evoluciona y cada vez más en España se acerca más a la iglesia, no por oposición a nada ni nadie, sino como quien encuentra confort en sus raíces para seguir adelante.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Que razón tienes. La utopía ingenieril: el mundo se presenta a mis ojos como una página en blanco en la que escribo según mis deseos. ¿Lo que había antes? A la basura: no me satisface.
No hay espejismo que un milenio dure. Pero algunos, poco más que un parpadeo, son letales.

Luis Amézaga dijo...

Nada tiene que ver un progresista haciendo el amor con un sociata jodiendo :))

Anónimo dijo...

Excelente entrada. Las palabras son lo que son. Y significan exactamente lo que significan.