jueves, 24 de marzo de 2011

Y pasaron treinta años

Los hijos de la progrez ahora son profesores de instituto: muchos descubrirán aquí que El rey león está basado en Hamlet; la segunda parte, en Otelo; pero son profesores de escuelas e institutos y los más conspicuos del régimen, en la universidad: con la misma vehemencia que incitaron a los niños al “no a la guerra” marcándolos para siempre con una fatal actuación que debería implicar no sólo la expulsión sino el encarcelamiento de todos los que lo hicieron, ahora se asombran de que sus referentes van a los clásicos, menos el más evidente que comentó que “ahora ya he leído a Shakespeare” y se quedan tan orondos: esta generación imbricada técnicamente en las obsesiones de sus padres e inútiles por definición son sin embargo su máximo logro: la progrez ha hecho lo que per se es una infamia: son la primera generación que deja a sus hijos menos de lo que recibieron de sus padres: les da igual; todo venga a mi, que me encuentro divino que me lo ha dicho mi mamá.
No hace falta ser culto; no hace falta leer El Quijote para saber escribir: puedo demostrar científicamente que cuando Cervantes escribió El Quijote, aún no lo había leído. Pero llenar el sistema educativo de infancias perduradas, adolescencias heredadas sin resolver y todo un piélago de ignorancia es la mejor manera de tener un país de esclavos, que jamás serán libres, presos de su propia inopia.
La aberrante burocracia de la satrapía imperante les dará la razón en cuanto hagan; serán sumisos con el poderoso y letales con el débil, serán un ejército de benefactores de los ricos y harán chistes de los pobres, pero no son sino los hijos de sus padres, que orgullosos, siguen destrozando cuanto pueden.
Y así, de degradación en degradación, de bajeza en bajeza, la gente ya ni siquiera sabe quienes son, ni como se llaman. Todo el mundo se considera listo e inteligente, adecuado y correcto: si algo sale mal, se lo purga en su propio estilo; pero no nos hacen falta más listos ni más ocurrentes en ninguna instancia de la realidad: la inteligencia se tiene o no, eso lo valoran los demás y el tiempo; pero si hace falta mucha humildad. Que andamos en el imperio de la soberbia.
Hay una reacción en gente joven que a veces me alegra: se oponen al poder y buscan la autoridad, estudian, y no hablan sin saber lo que dicen: como una marea van impregnando todo y dejarán a un lado a estos mequetrefes.
Porque necesitamos gente educada, no domesticada.

3 comentarios:

Interruptor dijo...

¿Y has visto en muchos jóvenes esa actitud? Porque yo los he visto, pero los cuento con los dedos de una mano y me sobra más de un dedo. Y eso no me provoca grandes esperanzas.

Nicholas Van Orton dijo...

Hace tiempo que no despego hacia otra “galaxia”, Ignacio. Durante estos días y a través de tus escritos me pongo al corriente de tus andanzas. Te felicito por la publicación de tus obras, estimado colega. Un abrazo.

Ignacio dijo...

No te han debido llegar los correos de la felicitación de Hanna.