La coincidencia no es casual, ni un fenómeno de topología matemática: la coincidencia se debe a la condición humana y su expresión matemática no es sino un reflejo de ésta.
Uno de los tabús establecidos es la maldad de Hitler, o Hitler como paradigma de la maldad. Otro de los tabús que cierran todas las discusiones es “la inquisición” como si fuera un argumento tan rotundo que no admitiera duda de su maldad: en estos tiempos de socialdemocracia repugnante, burocracia esclerosada y corrección política basada en una rebeldía que consiste en ser rebelde hoy de cosas del pasado y actuar conforme a los “rebeldes” del siglo XIX, no es sino una forma de aceptación social, el baile de sociedad o la clave para ser socialmente aceptado: todas las actitudes de tibieza y “bondadosismo” no son sino una enorme crueldad, sólo que socialmente aceptada, estimulada y cuidada: por tanto, la consideran bondad: siempre se consideran ellos los buenos. Si además la cosa va de “defensa de los pobres y oprimidos” y “el medio ambiente” casi se percibe el olor a santidad socialdemócrata que desprenden.
Sí; la Inquisición, un momento de la historia. Un momento de la historia en el cual todo el mundo hablaba de teología, conocía los problemas de la fe, y absolutamente todos querían pertenecer a la inquisición. Todos querían ser de la iglesia, pertenecer a la inquisición o de una u otra manera, estar “en sociedad” y desde luego, muy poca gente de su tiempo condenó, y menos públicamente, los Autos de fe. El final de esto no vino de fuera. Ni tampoco de la gente “oprimida” por “la Inquisición” con lo malo de la inquisición, acabó la propia iglesia, y desde dentro.
Adolf Hitler alcanzó el poder por mayoría democrática en las urnas. La gente gustaba de los nazis y todos hacían sociedad con los nazis: el resentimiento con los nazis sólo lo tenían los comunistas, porque no habían podido controlar al partido Nazi ni pintar ellos nada. Y dejaron de oponerse (se oponían con voz bajita) cuando el pacto con Stalin que les arrimó al poder; sea dicho.
En ambos casos, a la siguiente generación es cuando todo el mundo condena “tan horrible época” normalmente descendientes directos, cuando no partícipes del régimen anterior; mientras el condenar “la horrible época” anterior además forma parte del cortejo necesario para mantener el ajuar social de ése momento, mientras hacen exactamente lo mismo.
Exactamente lo mismo: la misma gente que asistía a los autos de fe con la misma pasión imagino que ahora asisten al futbol, la misma gente que siguió con pasión los mítines nazis y los actos de Hitler, son los mismos que ahora hablan mal de Hitler, de los nazis, de la inquisición y casualmente, si no son funcionarios de uno u otro modo, aspiran a ser funcionarios, de uno u otro modo. Todos políticamente correctos, ecológicamente correctos, promiscuamente correctos, todos anclados en la crueldad, sin ningún problema de conciencia. Es la misma gente, los mismos, siempre.
Mientras tanto todos juzgamos: al otro o al pasado, al bien y al mal, emitimos juicios y dictámenes, y alaridos como focas: todos aúllan ante el auto de fe; los mismos que denigrarán esta época son la misma chusma que participa activamente de ella.
No son coincidencias; es el vigor de la naturaleza humana.
1 comentario:
Me adhiero a este post.
Publicar un comentario