El imaginario neomalthusiano da de sí lo que da de si: por eso son predecibles. José Luis Rodríguez “El Puma” cree que “resistiendo, vence” por eso no ha aplicado ninguna de las medidas que dijo iba a aplicar. Así, es como el “lucha” contra el neoliberalismo ultracapitalista a sueldo de Langley, que es en la cosmogonía de la izquierda el equivalente al coco. Que viene el coco, piensa que dirá, y entonces, como una piña le votará el pueblo: el pueblo es una cuadrilla vestidos de cartel progre de novecento o algo así, una entelequia, que necesitan para saber que ellos saben la verdad de lo que necesita el mundo. “Que viene el coco” clamará al unísono toda la progrez, y entonces el pueblo, ante el miedo, votará masivamente a “El puma” ante el miedo al ultracapitalismo neoconservador teapartiano cosmoliberal y de las jons, y entonces volverá a florecer la primavera y la revolución hará a los hombres libres y todos lo aclamaran como al líder que supo resistirse al horrible capitalismo.
Las quinceañeras tendrán su foto en la habitación, y suspirarán ante sus frases.
Claro, cuando la debacle sea estrepitosa, entonces es que “el pueblo no ha entendido el mensaje” porque estos de tanto hablar en cursi han acabado con la trama y el asunto, el tema y la narración: lo importante es el mensaje, pero de tanto usar esa progrez en vez de mensaje lo que llevan es recado. Y es lo que hay. Nunca se apearán de su ideario, a ningún precio, porque no es ideario, es un constructo pobre, sin sustentación elaborado a base de epítetos y con una formación literaria “inteletual” a base de sobrecillos de café y cuatro reglas de propaganda; y nada mas, por eso ser de izquierdas es “un sentimiento” para el cual no hace falta ni siquiera saber absolutamente nada: simplemente seguir lo que la progrez dicta a cada momento, como la moda del corte inglés, y ya está; si toca, antinuclear, si toca, prestige, si toca, Obama, si toca, antiamericano, en un imaginario de bestias y monstruos elaborados en base a sus propios miedos y carencias. adolescencias de cobardes y además mal resueltas.
El panorama de futuro es ese, y si es necesario aplicar un “revulsivo” a las masas, no importa liar otro once eme o lo que haga falta que se les ocurra, visto que el cuento de que los asesinos aliados abandonan las armas no convencerá a nadie; y visto que el inventar una nueva economía basada en hacer lo que le da la gana pero con adjetivos pomposos y por supuesto fracasando no ha sido más que otra certificación de fracaso: no es que fracasen alguna vez en la vida o lo hagan o lo tengan a veces, es que su vida es un fracaso, pero que tenemos que pagar los demás y por supuesto sufrirlo y remediarlo, claro.
Al otro lado tenemos a los aplicados de la clase: pero de la misma clase, que saben que aunque el capitalismo es malo, ellos con su infinita sabiduría sabrán corregir lo que haga falta para hacer el mundo feliz y contento donde todos son los que ganan en todo y desean la paz en el mundo.
Y con este panorama, la gente apechugamos: también eso habría que empezar a “cuestionárselo”
2 comentarios:
¡Uy! Eso de volverá a florecer la primavera, me recuerda mucho a eso otro de volverá a reír la primavera que por cielo, tierra y mar se espera. A lo mejor te estigmatizan los neoprogres por esto.
Y me ha encantado lo de Las quinceañeras tendrán su foto en la habitación, y suspirarán ante sus frases. Cada vez que le oigo una de sus gloriosas frases sobre el viento, las flores, pájaros y planetas, sobre Bambi y su bosque y demás cursiladas similares, pienso que eso es exactamente a lo que aspira (o a lo que transpira, no sé).
Lo que nos pasa es que somos unos fachascavernícolasultracatólicosfascistas.
Y con este panorama, la gente apechugamos. Y si no apechugamos da igual, lo tenemos que soportar porque ya les hemos regalado todo y ahora los sufrimos. ¿Tiene remedio? Pues seguramente, pero para eso hay que despertar a demasiados bellos durmientes y alejar del pesebre a demasiados borregos.
Mientras la democracia siga siendo un hombre un voto y valga igual el voto de un palafrenero que el de un conde no hay nada que hacer.
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