domingo, 17 de octubre de 2010

La culpa, el pecado y la expiación

El tranvía arrolló a Gaudí cuando volvía de pedir dinero en la puerta de Santa María del Mar: primero oía misa (él no asistía a “una eucaristía”) luego se ponía en la puerta con el sombrero de copa puesto al revés y pedía dinero, el mismo sombrero de copa de D. Torcuato del Río; pedía dinero para acabar la Sagrada Familia, desde que empezó la empezó acabando: como D. Torcuato del Río hizo el homenaje tubular al sistema métrico decimal, pero no se llamaba “La Sagrada Familia” sino que era el “Templo Expiatorio de La Sagrada Familia” porque Gaudí, ya consagrado en Astorga y León y fundado en sólida sistemática estética, en cierto rigor de madurez pluscuamestética, era consciente del signo de sus tiempos, de su vida, de la vida que nos ha tocado vivir: era el templo expiatorio de la semana trágica: Gaudí hizo suyos los pecados de todo el pueblo de Barcelona y tan funesto momento, y necesitó pedir perdón por todo ese horror: del cual estoy seguro no formó parte en ninguna de sus variantes; pero necesitó pedir perdón, porque el hombre no es él sino es a la vez el otro y eso no se comprende por las mentes cortas egoístas en la maldad y la ignorancia, es más cómodo no comprender que si somos somos todos y vamos en cuadrilla, y nada humano nos es ajeno, y Gaudí hizo suyo los pecados de Barcelona, y ahora, Barcelona es Gaudí, con propiedad dominio y autoridad, como el homenaje tubular canta las noches que la niebla tapa El Mendo, con el mismo rigor que los peregrinos caminan a Santiago, y en la rabia mantenemos la esperanza de que vendrá uno que pedirá perdón con lesa autoridad por esta horrible época.

1 comentario:

Jesús Cotta Lobato dijo...

Por vez primera entiendo qué es la Redención. Gracias.