domingo, 23 de mayo de 2010

Ad calendas graecas

Jesús perdona siempre; San Ignacio, jamás.

Lo refleja Eugenio Noel en “España fibra a fibra” de su relación con un jesuita: ahí andamos, enredados en la progrez subsumida de tibieza: el catolicismo primero inventó el perdón, luego los pecados; y aquí andan empeñados en cambiar nuestra naturaleza para poder modificar la esencia del ser humano y convertirlo en piezas del sistema, de un sistema falaz y perverso, autodestructivo y sádico hasta más allá de la crueldad.

Y funciona.

Los esquemas de transmisión de información son pervertidos como forma y tan sólo sirven como génesis de productos para la ingeniería social: funciona con la masa pero no con los individuos, y cada vez somos más los que nos negamos a ser siervos de la gleba y reivindicamos las personas: error letal, el sistema no perdona.

Y la intrínseca perversión del sistema pone en evidencia su eficacia y eficiencia a cada momento: ahora andamos en medio de una buena oleada. Se habla de Gürtel y de Bono: muy bien, de acuerdo. Nada que decir sobre las informaciones; si sobre las vehemencias: si hay un sistema que permite que esas cosas sucedan, lo realmente imprescindible es generar los medios para que si sucede pueda ser desactivado: no podemos cambiar la naturaleza humana, pero esas cosas son fáciles de controlar.

Si además está sucediendo (y está sucediendo) debería hacerse una catarsis en todas direcciones reflejada en investigaciones profundas persona a persona de todos los implicados en manejos de dinero público: ¿o sólo debemos mirar hacia donde nos apuntan los focos? tiendo a dejar de mirar lo que me iluminan los focos y observo a quien maneja el foco.

Una sociedad real a cuenta de los manejos de dinero habientes estaría haciendo procesos inquisitoriales exhaustivos sobre toda la satrapía y el esquema burocrático sin ningún miramiento; una sociedad de hombres libres en vez de alarmarse por la paidofilia en la iglesia haría una auténtica razzia en toda la sociedad, empezando por los puntos de mayor vulnerabilidad para los niños: las escuelas; una sociedad real empezaría a destrozar a todos y cada uno de los colaboracionistas en este sistema: ahora tan solo se mira a donde apunta el foco con mayor o menor lucidez, pero tan sólo el objeto iluminado: ni se quiere ver el problema, ni se quiere ver la zona que queda oscura fuera de foco; y a nadie le importa.

Se observa a la sociedad conforme a su apariencia: una sociedad cosmética jamás tendrá ninguna relevancia porque estamos en ese caso en manos de cualquier cualquiera que pretenda medrar: la cosmética tapa lo feo pero genera una capa de maquillaje que impide que la sociedad tenga y perciba el brillo de la inteligencia, porque yo lo valgo.

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