Una madre es una madre, y siete, una verdulería. Cuando los fines de los setenta llegaban, y Franco ya había muerto, había ciertas algaradas sociales programadas (ahora lo sé) y mucho follón; ya entonces los “inteletuales” se escaqueaban de aquello: había palos para todos, era divertido. Entonces, el FRAP empezó una campaña: como eran cuatro gatos, amargados resentidos y poco lúcidos, hacían que, a cada manifestación convocada, cuando veían cámaras de fotos se ponían en cabeza dos o tres de ellos con una pancarta y luego se atribuían, en petit comité, el éxito de todas las manifestaciones y hablaban como los líderes del mundo obrero y la liberación proletaria: en una reunión en la Xerea acabaron en una pelea de mariquitas, y ahí se acabó aquello.
Siempre hacen lo mismo: cuando ven algo, se ponen a la cabeza con la pancarta y se atribuyen el mérito, humildades de los comunistas.
El movimiento sindical en España es de origen católico y los primeros sindicatos lo son: frente a los horrores que ahora vemos, o a la etapa anterior en la cual la UGT entró de plano a la especulación inmobiliaria con la cooperativa PSV de la cual nunca más se supo; hay un origen sindical en España: los católicos se organizaron para defenderse entre ellos más allá de simpatías personales: de aquella época, en Valencia hay una prueba: el barrio de la aguja, maravilloso, de los sindicatos católicos. También está la urbanización que promovió la PSV de la UGT; compárese.
El movimiento sindical nació del catolicismo en España, y defendía a los trabajadores y su dignidad: la realidad ahora niega a la palabra sindicalismo ninguna vinculación con el trabajo.
Sacco y Vanzetti:
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