domingo, 3 de enero de 2010

Para tí

En el bar las parejas bailaban pasodobles: la más joven, tenían setenta años: contemplando el espectáculo lo pasaba bien, y enseguida a casa. Llama una amiga “échame una mano” es Nochevieja, es Nochebuena, es fiesta y las doce y media de Nochevieja “echame una mano” suena casi a jocoso.

Yo estoy más buena que esa

seguro, eres una chiquilla preciosa.

“¿a que te gustaría estar conmigo?”

no; eres una cría, no soy una persona rara, eres una niña y así te veo.

Le molestó que le dijera eso. Estaba mas buena que la enfermera, que la medica, y si es cierto: pero una niña de quince años no es algo que me resulte atractivo sexualmente: más tendencia tengo a darle un biberón que a seducirlas; igual estoy mal de la cabeza pero soy así.

15 años; cuarta vez que era ingresada en el hospital por coma etílico; ha ganado un concurso de modelos y su madre está feliz por ello: cuando conocí a la madre, amiga de mi amiga, y le dije suavemente el horror del error, echó la culpa a las compañías, a su ex; el ex, se redujo: “en dejando de beber arreglado” está triunfando: será modelo; no pasa nada.

Mi amiga percibió un grave problema: hay un terrible problema: la realidad es aberrante, el problema enquistado aberra.

Cogí de la mano a una chica, luego me tome dos copas y vomité: hemos hecho esto, hemos sido nosotros, y los monstruos los hemos generado, ¿quien se hace cargo ahora?

Es horrible.

Y la fiesta bien, gracias.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo sé de historias de chicos que hacían eso. Lo sé porque los tengo como hermanos. Ya sabe, soy un clásico y a los amigos de verdad, de esos que un día se pusieron delante para recibir el navajazo que iba dirigido a mí, no tengo más remedio que considerarlos amigos ¿O no?

Y curiosamente eran unos balaperdidas. Pero tenían un padre en casa....de los de antes. De esos de "Sí, será guapo el chiquillo para mi esposa pero antes que coja la azada y que me demuestre los cojones y después hablamos de lo guapo que es mi niño".

Nada. El chaval llegaba los domingos con unas monas turcas que le impedían distinguir los colores, pero en la puerta estaba ya su padre con el capazo repleto de azadas, hoces, alicates y demás agradables herramientas. Se lo llevaba al campo todo el santo día y lo devolvía a las 8 de la tarde a casita.

Nunca le dijo nada sobre las melopeas que se pillaba, las psicotrópicas que se metía ni nada de nada. Pero no veas lo suavecito y responsable que se volvió a los 8 meses de terapia intensiva.

Y es que el que tiene cojones para mamarla hasta tarde, los debe tener para deslomarse de tempranito.

¿No cree que igual el problema de todo esto viene de una falta de autoridad patriarcal?

Meciendocunasdefenesatrandose

Ignacio dijo...

Es que no es tan solo una causa; es la degeneración, la confuisión que se ha apoderado de todo: no estamos exentos de nada porque la vacuna no existe: hay cosas que se solucionan hace cuarenta años.