miércoles, 1 de febrero de 2012

en el vigor la conciencia

Masacra a Lord Jim la culpa por haberse aturdido en un momento inoportuno; nunca se perdona a sí mismo aquello de lo que no tiene la culpa, pero eso condiciona toda su vida, toda su muerte: la conciencia actúa, siempre: se manifiesta en el aspecto físico, porque a la mala gente acaba por notársele en la faz, en la expresión, en el aspecto; la conciencia actúa y no es algo banal: hincado en el espíritu llevamos la carga de la cultura; el peso aturde porque con la transmisión que es el lengüaje, que es la cultura, aprendemos e interiorizamos las pautas culturales, y con ellas el pecado, la conciencia y el conocimiento del mal. LLamadlo metaconsciente si os molesta hablar en términos espirituales: se ha proscrito el vigor espiritual de la persona por un formalismo mecanicista industrial de degradación; pero es claro: la conciencia permanece más allá de conductas, actitudes posses y engaños.

Pero permanece, y se manifiesta; permanece y condiciona, permanece y cambia la actitud, permanece, porque la esencia del ser humano se ha perpetuado por la cultura y se manifiesta en la actitud, y esta nos condiciona: el pecado si lo es no lo es porque los demás lo vean, sino porque nosotros tenemos la conciencia de él: aunque erradiquen el catolicismo de las escuelas en el lengüaje va implícito el código de conducta de la cultura, y permanece: todos aquellos que quieren destrozar la cultura, no prevalecerán.

Lord Jim salva a todos y se comprende; Lord Jim necesita a los demás para salvarse a sí mismo.

2 comentarios:

Váitovek dijo...

Clavado lo has.El Arbol del Si, No y Es, del Nacimiento, La Muerte y la Vida, de la Destrucción, Creación y Mutación, del Sufrir, Gozar y Entender, del Bien, Mal y el Amor, es el esquema mismo de nuestro cuerpo.No hay nada más allá ni más aquí. Y en cuanto alguien diga que lo hay, basta con replicar "bueno, pero eso, sea lo que sea, a fin de cuentas, es bueno o es malo...?

Lord Jim nos recuerda que es totalmente superficial y ridículo creerse a salvo del Pecado mediante una especie de técnica contable de actos con culpa y actos sin culpa, acciones buenas y acciones malas.
En esa intuición fundamental, Lutero tenía razón.

Ignacio dijo...

Creo que no la tenía.