miércoles, 5 de septiembre de 2012

Las guerras del tiempo

No es cierto que la mentira tenga los pasos cortos: la mentira llega muy lejos, lo que la define es que no puede volver; cualquiera ante un error vuelve al origen y continua el camino por el recto proceder; cuando todo se basa en una mentira se destruye, asesina, se justifica todo en un afán de aceptación en el  cual todo vale siempre que me apoye, me valore, o me justifique en mis acciones, dado que mi conciencia sigue impulsando mis actos en el recto sentido pese a que el argumentario de autocompasión me racionaliza y justifica en mi falaz concepción de la maldad.

Así se justifica por la realidad especular el crimen, siempre apoyado en una causa mayor e infinitamente perversa e intricada en su propio razonamiento: no he matado porque quiera justificar toda mi vida argumentada en un error, una mentira o una maldad, siempre hay una excusa en la cual incardinarme para poder seguir adelante: así las mujeres matan hombres, así la carencia de hombría lleva a asesinar; así la falta de el más mínimo sentido de la realidad justifica cualquier infamia.

Cuando me beneficia lo aliento, cuando deja de hacerlo lo denuncio vehementemente ofendido por la capacidad del mal: así medra la codicia, el mal. Ahora estamos asistiendo a la pujanza de la democracia en la morería: lo que eran horribles talibanes malvados anteayer ahora son el producto de la democratización y modernización para el progreso, y se quedan tan orondos: el ejemplo del Jomeini basta: toda la progrhez europea le rindió tributo en su exilio en Paris cuando Persia era un reino próspero y civilizado, una vez instalado en el poder y contra todo vestigio de humanidad, no miramos y así no vemos nuestra infamia, estulticia, desorden e inquina contra la sociedad, porque una chica en la pubertad no me hizo caso.

Ahora asistimos a de que manera en una situación de delirio paranoico compartido el gobierno se erige en máximo representante de la progrhez y contra los intereses de todos sus votantes, a los cuales presuntamente tanto se debe, y de manera democrática “por el estado de derecho” se excarcelan asesinos, se justifican infamias, se roba desesperadamente como yonkis del dinero, se arruina a las personas, se abandona tras robarles a los ancianos y se arremete contra los desfavorecidos, se favorecen los intereses de la plutocracia a costa de los intereses de las personas, se justifica el acoso a los católicos y la ruina de la herencia cultural española, se vende la patria a los intereses del capital financiero, se cosifica a las personas y así se las neutraliza y elimina, y todo con gran algarabía de los lacayos a sueldo y de los cómplices transmutados en leal oposición; mucha algarabía, muy poca decencia, demasiada mentira y demasiada falacia que ya no engaña sino a quien quiere ser engañado en defensa de sus intereses.

Las cosas no pintan bien: la guerra ha comenzado y la gente no se entera; Sender sigue en su vigencia.

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