sábado, 15 de septiembre de 2012

El rigor de la verdad.

Kant: llevó sus exigencias de veracidad incondicional hasta el extremo extravagante de afirmar que si alguien ve a una persona inocente que huye de un asesino y este último lo interroga, su deber será contestar la verdad y señalar el escondite de la persona inocente, aunque tenga la certeza de que con ello será causa de un asesinato.

 

Comparto el asombro de De Quincey; me resisto como mis lectores a la sumisión servil a cualquier potencia intelectual que proceda de Alemania.

3 comentarios:

Isa Garmendia dijo...

Es la manía de fundirlo todo, eso y la sed. Y ya se sabe, en alguna cantina, borracho, buscando Emmanuel sazón más pura, la encontró (¡la leche! que par), la llamó Estética, coló el embuste y ahora allí toda belleza es vaca.
Tomas Dequince y bien empapado en humor inglés, sagaz, estima en cambio la belleza hasta lo más extremo. Y estima bien, ya lo creo: es tierra de Dickens y alli la prensa es Times.
Yo me quedo con Juan Palomo, primero tomo, lo guiso y después me lo como; las palomas se abajan del cielo, y en los cuentos el rey y la reina, felices, comen perdices.

( aunque sin su gracia, el estilo es ignaciano, ale)

Ignacio dijo...

A mi no me culpes de tus rotos.

Isa Garmendia dijo...

Disculpe, pasaba el rato.