lunes, 10 de octubre de 2011

La casa del barco


Un hombre sigue viviendo sólo: su ex mujer es una buena mujer; su hija también es buena chica.

En un momento dado, se emperró en no dejar salir a su hija; no le gustaban sus amistades ni el novio que eligió; aquello era más que irracional: a todo su entorno le sorprendió esa reacción; tal virulencia y encono cogió el asunto con el noviete de la niña que ante tantas presiones y situaciones precisas, cambió de trabajo, de ciudad, bastante lejos. La familia se deshizo de todo, cambiaron de vida; no tardó mucho tiempo en asentarse la familia en la nueva vida: la niña pronto hizo amigos, pronto hubo otros novietes y nada tuvo tanta importancia. La mujer no soportó esa actitud de él, pidió la separación (ninguna quiere divorciarse, quieren todas mantener un vínculo para creerse que aun son alguien, como si lo hubieran sido alguna vez) y él se fue a vivir solo, sin demasiado contacto con su hija, con nada; la niña tuvo novios nuevos, cuando parecía tener su vida ya asentada y encarrilada con un chaval el padre sosegó mucho su espíritu; así siguen: viven.
Lo que jamás sabrán la mujer, ni la niña, es que el chaval aquel que tanto enfureció al padre no era mala gente, sólo que el padre sabía con mucha certidumbre que había una gran posibilidad de que fuera hermano de la niña: esas cosas jamás las cuenta, jamás se sabrán. Pese a su soledad está sosegado.
Algunos de círculos enormes, de pueblos, de comarcas, tenemos trazados mapas de relaciones de todo tipo del mismo modo que hemos estudiado el agua, los ríos y los montes conocemos hasta el mapa de difusión de las enfermedades venéreas; hay advenedizos que siempre creen saber la historia de los sitios, la realidad de las cosas, la verdad profunda: hay demasiados que denuestan demasiado sin saber nada; hay demasiado hablador que debería callar, y demasiado inteletual de salón pequeño ensoberbecido; hay algunos que si habláramos, callarían las piedras.
Y hay situaciones en las que si callas, hablarán las piedras. Y si parece una amenaza nadie se confunda: lo es.