viernes, 13 de noviembre de 2009

Diligentes

Trabajaban con ahínco en su pueblo: en el oeste, había que salir adelante. Trabajaban e iban mejorando, medrando, haciendo pequeñas fortunas, mejorando su vida; trabajaban. Llegaron los vendedores de crecepelo: al principio hacían gracia, algunos empezaron a picar; cuando fallaba es que no lo habían hecho bien o no habían seguido las adecuadas instrucciones o no habían sido capilarmente correctos. Empezaron a proliferar los vendedores de crecepelo: como no iban a trabajar, fueron acaparando los puestos de administración; como no había administración para tanto vendedor en su carreta, inventaron puestos para que todos estuvieran colocados: lo que antes era prosperidad se convirtió en un páramo de impuestos, mientras, sin crecepelo, los vendedores medraban: lo que aconsejaban los padres a sus hijos era que se hicieran vendedores de crecepelo: el trabajo no rinde.

Pero esto debió ser en un pueblo del oeste.

1 comentario:

pcbcarp dijo...

Pues yo me releí el otro día "Crónicas marcianas" (las de Ray Bradbury, no las otras) y, oye, en Marte pasó lo mismo parece...