sábado, 8 de junio de 2013

Ergástula

 


En 1616 el gobierno japonés, el Mikado, obligó a los súbditos católicos a abandonar sus creencias so pena de muerte. Sabiendo del rigor de su catolicismo, los funcionarios crearon una manera de abjurar de la fe que a algún funcionario debió de llenar de orgullo a la par que se maravillaba de su propia inteligencia de sí mismo: deberían jurar por El Padre, El Hijo y El Espíritu Santo, por Santa María y por todos los Ángeles que renegaban de la fe católica. Para asegurarse que lo cumplían, el juramento terminaba diciendo “Y si rompo este juramento perderé la gracia de Dios para siempre y caeré en el estado maldito de Judas Iscariote
Los mensajes en paradoja atrapan al emisor, y al receptor: hagas lo que hagas siempre estará mal: la solución a los problemas es el problema que no tiene solución pero si no eres parte del problema eres parte de la solución. Instalarse en esta inmadurez intelectual genera directamente la enfermedad mental.
Pero esto siempre beneficia a los vendedores de crecepelo: si no lo pruebas, nunca sabrás si crece el pelo, y mientras te mareas por ver cómo te crece el pelo, te saqueo, pero si no lo pruebas “no puedes hablar” porque si no votas “no tienes derecho a quejarte” independientemente de lo que hayas pagado a hacienda, o de lo que hayas servido gratuitamente en el ejército.
Andamos en ello aproximadamente desde los cincuenta, cuando Fraga abanderó el entreguismo de España a saqueadores y molicie, impudicia y desdoro; la desidia y la condescendencia hicieron el resto.
Siempre el alarmismo, como actitud, siempre el derrotismo: “ahora ya no se puede volver atrás” si; se puede, pero hay que esforzarse y trabajar, pero el trabajo es sagrado: no lo toques. Y todo grandes alharacas, esparajismos y alarmas “sociales” ahora, que si el hijo se emborracha culparán a los padres. Vaya novedad. ¿Entonces porqué se alarman? El mismo sistema que te quita la autoridad sobre los hijos e incluso sobre tu propia vida te culpa de que no hagas lo que te han prohibido hacer: cualquier niña de trece años puede comprar píldoras abortivas: yo no puedo tomarme un antibiótico sin prescripción; si a la niña que toma la píldora abortiva el padre la recrimina es reo de esos delitos del horrible machismo que han inventado y les funciona: “que viene el coco” y el reo de horrible machismo sin autoridad ninguna, a su vez debe de pagar las borracheras de esos críos que no deben someterse a ninguna autoridad: para ofender, el estado, para pagar la familia, para hacer el imbécil barra libre, para madurar, hazlo en secreto o te anatemizarán.
Porque como todo el mundo sabe el horrible machista “oprime” y la mujer siempre y en toda circunstancia es “oprimida” siempre y cuando, claro, haya algún tipo de afecto de por medio. Porque ningún horrible machista quiere a su mujer ni cuida a sus hijos, no: sólo los oprime. Entonces la mujer se ha de liberar. Se libera del horrible machista poniéndose a trabajar, o bien a sueldo de otro horrible machista que es su jefe, y por tanto la opresión va reglada por el estado, ergo es “opresión positiva” o bien directamente se incardina en la trama del estado funcionarialmente con lo cual en vez de oprimirla el horrible machista, todo es “por el bien común” conforme dictamina el partido, ergo se somete a otro horrible machista que investidos de halos de gurús de la realidad se consideran divinos al hablarse a sí mismos.
O sea: si una mujer trabaja fuera de su casa está liberada y es guai, porque se somete a un machismo superior, reglado y definido; pero si decide entregar su vida al hombre que quiere, a los hijos y su crianza, y encima le sale bien la jugada y consigue una vida digna, “es una víctima del machismo” pero ahí no se ve la envidia destilada, claro; le amargarán la vida “por el bien común” porque me resulta más fácil amargarle la vida a los demás que asumir mi propio fracaso, el error de mi planteamiento o la vacuidad que me adorna y jamás reconoceré erogándome una espiritualidad de sobrecillo de azúcar, en la cual el feminismo es la ley, pero Sor Juana Inés de la Cruz al ser religiosa directamente es denostada sin siquiera ser leída


Hombres necios que acusáis
a la mujer, sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis;

si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
por qué queréis que obren bien
si las
incitáis al mal?
Con lo cual las mujeres son lo que ellas deciden que sean, y sólo eso: es decir, la amargura como ley, la vacuidad como norma, el aburrimiento como actitud y la maledicencia como código.
Pero son guais y modernas.
El derrotismo “no podemos volver atrás” y el dar la cosa hecha es cosa de indolencia intelectual que beneficia a los haraganes de la satrapía; el actuar a cosa hecha inevitable e irreversible es pues la actitud que adorna a la hez que gobierna este momento tan espantoso de la historia de España.
Y aplican la doctrina Molotov: “no esperábamos que nos traicionaran, nosotros nos adelantábamos y los traicionábamos primero” en directo rigor maoísta de la directriz de la revolución cultural: “una vez condenado, las pruebas irán apareciendo” y puesta en evidencia la realidad siguen ejerciéndola en todos los ámbitos de su vida, porque no saben romper el círculo en el que dan vueltas hasta el final de su vacuidad, incapaces de avanzar en línea recta a alguna parte: acomodados a dar vueltas en círculos, la circularidad es su vida: el aburrimiento, la amargura, la tristeza, la desolación, pero todo muy positivo, asertivamente y con empatía.
Acertó el converso judío en el memorial que le envió al emperador Carlos I tras salir de la cárcel de la inquisición:
Vuestra Majestad debe proveer ante todas cosas que el gasto del Santo Oficio no sea de las haciendas de los condenados, porque recia cosa es que si no queman no comen.”











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