viernes, 3 de agosto de 2012

Sintiendo tu perfume embriagador

Fallas, paella, bandas de música: la evolución cultural del Reino de Valencia prefigura el fenómeno más riguroso de elaboración cultural de la humanidad: fuego, tierra música y evolución cultural autopoiética que en ningún otro lado del mundo se ha dado: no somos cultura, transportamos cultura.
Cerca del puerto y del barrio de pescadores se daba una planta endémica cuyo olor propició que se hiciera una fábrica de colonia que tuvo su éxito en su tiempo; por extensión la planta denominó a la fábrica, la fábrica al barrio donde los trabajadores hacían frontera con los pescadores, y donde más tarde las casitas rosa tuvieron un protagonismo infame por el comercio de heroína. La Malvarrosa ahora sólo quiere ser una parte de Malibú beach donde la gente repica las memeces que ve en las series de tv de las playas usa.
La evolución de la cultura conlleva a menudo la fascinación sensorial en el descubrimiento de la vida: conservamos perfumes de dinastías egipcias, los afeites nos dan una cualidad de las mujeres y su calidad: las mujeres perfumadas son una constante de la literatura porque los productos y su coste revelaban más que una calidad económica una taxación humana: de Cleopatra, de Mata Hari, de Milady de Winter hay referencias a su olor; en reversión, los hombres no se acicalan ni afeitan ni cuidan cuando entran en barrena: probablemente venía de serie, porque los íberos usaban pendientes circulares pero no usaban la rueda, como los indígenas mejicanos; probablemente el perfume y el alcohol sean elementos culturales profundos encastrados en la condición humana.
Los entierros en Nueva Orleans tienen una liturgia muy definida: cuando se lleva el féretro al cementerio se cantan endechas que por derivación se han ido modernizando; al llevar la persona al cementerio la música tiene un tinte solemne, triste, con pompa; cuando el cortejo vuelve del cementerio es cuando la música celebra la vida dando el último baile de conmemoración al muerto; su último baile, last dance.
Comienza con la “descarga” de metales, que es cuando la gente se une al cortejo y toman la calle bailando; la descarga (jamming) da paso a la celebración de la alegría en honor del difunto; entra dentro de la condición humana que tras el funeral continúe la música tal cual una noche en España, y por lógica nazca el Jazz.
Así como D. Torcuato del Río prefería la tapia del cementerio para su proezas sexuales, en la noche de Nueva Orleans los descampados junto a los barrios pobres y los hospicios eran un buen lugar para ejercer, como La Violeta en mi pueblo: en Nueva Orleans se da profusamente el jazmín y tras un entierro sentido la vida cobra razón y se abre paso y la carnalidad se manifiesta; siempre bien alborozada por una buena sesión de música; en Nueva Orleans es el jazz.
Que no se llama Jazz por un casual. El nombre al jazz le viene porque en Nueva Orleans las putas huelen a Jazmín.

5 comentarios:

Isa Garmendia dijo...

¡qué bueno y sabroso escribe usted!

Hoy el verbo hace volar con una junior por la galaxia tan real que hasta me parece haberme llevado un golpe con una I latina, gracias.

Isa Garmendia dijo...

Las gracias por el vuelo....el golpe ya me lo arreglo yo. Y en la Galaxia, con casco.

Isa Garmendia dijo...

Las gracias por el vuelo....el golpe ya me lo arreglo yo. Y en la Galaxia, con casco.

Isa Garmendia dijo...

Las gracias por el vuelo....el golpe ya me lo arreglo yo. Y en la Galaxia, con casco.

Isa Garmendia dijo...

¡Y van 3! ...no tengo arreglo.