miércoles, 15 de junio de 2011

Preludia la canícula

Van considerados en su rigor los desiertos

con tiempo armas y garitas. El tiempo

y los esfuerzos vanos, y la mujer bonita

siempre que lo ha sido; si al recuerdo fías

no hubo sólo un tiempo, ni una mujer,

que en un momento hay más que una vida.

Debo a Borges la luz del tiempo, el desierto

y la soledad comprendida: saber al descubrirlo

que era cosa compartida. Debo a Borges el aserto

de los libros y la vida; el cuento y la fantasía:

que nunca vas sólo, que otros había, compartías:

y con él lo comprendía. Preludian días de verano

el vigoroso rigor y la canícula; aparecen estos días

elementos que componen la trama, el vigor, y ansía

el alma el camino, el desierto, el jardín, los senderos

que acabé ya con las porfías: me dieron por Bastida

y Barallobre soy, mientras Barrantes latía

en el trazo que mi vida es: con una tiza

marcado a fuego que no va señalado por días:

vivo como Bastida aunque soy Barrantes,

Barallobre, una ría, cruzas, el Mendo, Galicia,

y muy pocos conocen la ciudad que levita

entre las brumas, y cuando aterriza

ya estás en El Apóstol, con rigor te persignas;

tercer banco a la diestra: ite missa est

¿y ahora que se hacía?

En la casa del barco la gramática ordenas;

y la preceptiva literaria impone ya rimas

cánones y párrafos; escrita está la leyenda

aunque los que nunca leyeron ahora tendrán certezas:

de Castroforte y soldados, las de Dumas y Santa Teresa,

y no habrán comprendido ni su infamia siquiera.

Que Montecristo salió de la celda, que el Cid juramento hubiera;

que el Rey León es Hamlet, Otelo la secuela;

y ¡ay! de quien se interponga entre Achab y su ballena.

Que el tiempo tiene rigores más sinuosos que la arena

de Borges leído en posada donde Don Juan viera

pasar a su entierro ¿la hostería del Laurel?

en ella estáis, caballero; Santa Cruz con amigos:

noche que fué trasegando hasta el amanecer

copas y confidencias, alegría y saber, exuberante

al alba de Triana el río se abrió.

Llega la canícula; la gente percibe confusamente

una realidad que yo ya sé escrita.

Con desiertos y reyes, sagas y espejos: la ciudad, dormita

Montecristo ya no vela; Richelieu tiembla por insidia.

en punto de amanecer, la ballena sabría

del vigor de Achab en su porfía;

Los invasores aterrados: de un disparo

ya saldrán en estampida;

que las tramas trazadas al final el tiempo las cumple,

Y que un libro no lo es si no es una vida, si no es todas las vidas.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me has emocionado Ignacio.
¡Que tengas un gran día!

Ignacio dijo...

Gracias.

María Cusí dijo...

No me digas que no te elogie, por que es que te lo mereces.