lunes, 27 de enero de 2014

Canon sutilmente remontante

Santiago debería ser la diócesis a la que el Vaticano envidiara, por su excelencia dogmática y su rango teológico: el catolicismo es España, y esto que ahora pasa, es inmundicia, pasma. Del rigor del catolicismo surgieron Bach y Mozart, CHopin: el gregoriano es el ritmo de la tierra y si no fuera por la evolución del canto llano y la configuración litúrgica del catolicismo, ni orquestas, ni bandas, ni cantantes tendríamos: en lugar de continuar la secuencia, al grito de modernizar para “acercar la iglesia al pueblo” resulta que en la vigilia de la Inmaculada, que yo he hecho con fusil de gastador, el cura decide hacerlo lúdico, con empatía, siendo positivo, con asertividad: es el de la guitarra, en la vigilia de La Inmaculada


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Y nadie les pegó dos tiros, nadie los pateó ni nadie los llevó a una hoguera.

Acercar la iglesia al pueblo: cuanta soberbia encierra esa frase, cuanta ignorancia y cuanta maldad y obscenidad. La ignorancia lleva a la soberbia, al mal. La iglesia es el pueblo, literalmente. El Cristo es el de mi pueblo, y el Santo el de mi pueblo; que por inteligencia podamos asumir un rango superior no nos niega nuestra condición, niega la condición de quien se considera propietario de la iglesia y en su magnanimidad “la acerca al pueblo” porque se cree en posesión de una verdad que sólo a él ha sido revelada y por tanto debe guiar al pueblo para salir del desierto. Para que haya directores y dirigidos –clérigos y laicos- debe haber una configuración del clero tal que no sea un reservorio de huidos de la realidad, espantados, o resentidos; la excelencia, fundamentada en la humildad, y el tiempo en el estudio, es la clave necesaria: y dejar actuar al Espíritu Santo, que sopla donde quiere, y cuando quiere: si desde la ignorancia se dirige a un excelente, además de anularlo cierras las ventanas al soplo.
Pero claro, este cura no ha sido tratado conforme merece con su guitarrica mal tocada e improcedente y su sotana de medias de rejilla que es la que se lleva ahora, claro. Porque en Santiago no hay un obispo armado, conforme manda la tradición de España, y la conferencia episcopal en su humildad humilde anda en sus cosas que no son de este mundo, son las relativas al ibex 35, que se reúnen en el episcopal de Madrid a comer todos los meses, porque Rouco en su humildad, da de comer a los ricos, es que algo de eso le suena, pero claro ¡no va estar en todo!
dar bicarbonato al hambriento
dar polvorones al sediento
y dar por culo al peregrino
O algo así le suena que era, porque él sabe que todo lo sabe, y bastante faena tiene en su humildad dictando su vida para cuando lo santifiquen, cosa que tiene clara humildemente, como el cardenal de Valencia, que en vida se hizo una escultura de homenaje a su humildad, o el arzobispado de Sevilla, que hicieron cerrar al Arny por competencia desleal; y en ello anda la clerecía, y por eso anexionaron los bienes de España a su nombre, lo que la sangre española hizo y a ella se debe, y que del pueblo es, pues todo privatizado por el rango liberal de esa concepción que hacen de la antigüa religión de España, destrozándola: han privatizado hasta el punto material, claro; se olvidan de que España hizo al catolicismo y lo volverá a hacer si hace falta, a pesar de la clerecía y de estos tiempos de siniestros burócratas de manguitos que andan vendiendo España a trozos a sus enemigos y a los españoles como esclavos.
Estamos en la invasión perversa, disfrazado de europeísmo hitleriano se nos ha destrozado en la esencia por hedonistas incultos y amorrados aduladores que han vendido todo por un plato de lentejas: y tan sólo tenemos desidia, amargura y abandono, tristeza como ley y aburrimiento como norma, y hay que parar esto, reflexionar, encomendarse y no destrozar más lo bueno, y empezar a dejar un país sensato para los que vengan detrás, a pesar de las maniobras de la plutocracia que tan bien acatan bajo bendición episcopal la progrhez política del gobierno y adláteres: esto es la muerte del sistema, y todo lo emponzoña de impudicia con la hedionda fetidez del hálito de la bestia, y sólo las personas podemos y debemos sacar esto adelante: sin alharacas ni esparajismos, sin algaradas ni memeces, acabar con todo esto ya y continuar por la senda que venía bien trazada.

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