miércoles, 9 de octubre de 2013

La inversión en la realidad

Dalí pinta un escorzo al revés: de la cabeza a los pies; El Cristo de tal modo es impresionante, dándonos una concepción nueva y espeluznante: al Cristo siempre lo hemos mirado de abajo arriba; esto es lo que en principio nos perturba del cuadro. La genialidad es haberlo pensado, la condición es haberlo pintado.

El principio de la propaganda dictamina que hay que convencer a la gente de que “eso es lo que piensa la mayoría” y entre la propaganda y la publicidad ha funcionado: hasta la eclosión de la red, momento estelar en el cual ha hablado el que piensa diferente, el que al no estar en la oleada se hacía a un lado y la vida social lo opacaba, y la pose de “estar a la moda” siempre, “ir a la última” y, o bien epatar, o bien pasar discretamente pero “sin llamar la atención” se ha fundido en un disparate de vulgaridad, ordinariez y bajeza: lo de ir a la moda para íntimamente creerse la miss de todos los bailes, en la gente mayor de veinticinco años es, más que patético, lamentable.

Esto ha generado, además del discurso social de la corrección política (que empezó cuando a raíz de la primera victoria del psoe se puso de moda en toda España bailar sevillanas¿recordais?) un sistema de perversión de la identidad personal: la gente adecua su identidad a una imagen en la que la leyenda personal se acopla en una perpetua modernidad, solapando todo el acervo que por la naturaleza de la cultura forma parte del ser, a la vez que lo conforma y condiciona: de tal modo la gente esconde su ser en una apariencia social: pero la identidad solapada surge, sorprendiendo al propio individuo en su reacción: a nivel íntimo solemos verlo cuando el deseo se dispara desbocado; a nivel social cuando la presión es tan fuerte que todos buscamos el referencial en lo fundamental: la infancia, los arcanos de nuestra cultura, la religión, la religiosidad.

Y la gente se sorprende defendiendo aquello que creían denostar, se sorprende viéndose tal cual es realmente: en lo malo, y en lo bueno; a su discernimiento queda su camino a partir de ese momento.

Porque lo que piensa la mayoría no es un constructo social elaborado según los parámetros de la codicia, piensan en llevar su vida adelante con autonomía y honestidad, esencialmente.

Descubrió Dalí al hombre mientras se encontraba a sí mismo; estudiando, encontró los vacíos de la historia y el arte que deja la mayéutica, lo mostró en su análisis certero del Ángelus de Millet donde los campesinos rezan doblegando la cerviz a la tierra, porque ahí hay enterrado un niño.

Están enterrados todos los niños, y con el trabajo y el esfuerzo doblamos la cerviz para rezar porque sabemos acabada nuestra infancia y hay que encomendarse por nosotros y por los demás, y dar a menudo las gracias sin aparente motivo, que no somos un pueblo de anuncios, publicidad ni propaganda: tenemos valor en nosotros mismos, y no necesitamos chamarilearnos para parecer de condición excelsa: lo somos, y a pesar de la distracción y la confusión seguiremos avanzando, que el Cristo es el nuestro, el de la iglesia, cada uno el suyo y cada uno el de todos.

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