martes, 21 de junio de 2016

Génesis de hábitos

Contra toda tradición, se duchan al amanecer: uno se ducha al acabar el día, o se lava, que es la terminología apropiada; ducharse demasiado a menudo es antihigiénico e insalubre; hacen deporte –siempre el que dicta la moda- a cualquier edad, sin considerar que a partir de cierta edad se pierde masa muscular, porque la vida, no puedes negarla, ni puedes saltarte tránsitos: la negación de las etapas de la mujer y la incomprensión de la menopausia está dando verdaderas aberraciones en las personas.

No es una cuestión de deporte: el deporte se hace en la juventud, y ahora lo hacen los mismos que me denigraban porque lo practicaba cuando la carrera; no es una cuestión de higiene tanta pulcritud aparente: es una foto fija y sólida: la imagen que quiero dar, el olor que quiero exhalar, el aspecto que quiero lucir: todos sonríen en todas las fotos; se hacen autorretratos a menudo y sobre todo, hacen público toda la imagen que tienen de su propia vida, de modo que reflejándose hacia el público, se convencen a sí mismos de una imagen estereotipada y falsa de eterna juventud, de una leyenda personal que el tiempo niega, desdibuja y destruye; pero, también se niega la muerte; se oculta vergonzantemente toda enfermedad, excepto la lesión deportiva, que da caché, todo en una foto fija de eterna juventud y apolínea belleza que deslumbra en la juventud, pero que es deplorable en ancianos, en señoras estupendas que deberían ser estupendas madres, en abuelas, en gente que quiere asumirse a una eterna juventud fundamentada en toda moda.

Y el aspecto es la clave, el verse en un espejo como una figura sólida, ineluctable, e impasible al tránsito del tiempo. Se pintan el cuerpo: los tatuajes ya son un aburrimiento de tanta profusión que tienen, pero generan un aspecto que el espejo les devuelve, una imagen pintada, un cuerpo enmarcado en una serie de adornos que todo desdibujan y ensalzan la fealdad; y los nuevos pendientes por todo el cuerpo: piercing les llaman, pretendiendo resaltar aspectos, posiciones, o significantes que ellos quieren creer.

Tatutajes, piercings: duelen, y son molestos en los movimientos: esto son autolesiones, la gente se mutila por la apariencia; son operaciones de tetas, de culos, de todo, para ver en el espejo una apariencia en la cual el narcisismo prima, y no la propia imagen; y vidas que sólo reflejan el negarse a la aceptación de la propia vida; la psiquiatría actual no se fija en esto como autolesiones, que es lo que son, sólo en las claves que da un modelo de enfermo que acomodar a un esquema prefabricado de tratamiento en jaulas químicas y cárceles de medicamentos.

El problema real que tiene España hoy está en la configuración de la persona como un escaparate, un mostrador de un producto, una categorización del aspecto sobre la persona; con todo lo que conlleva de inmadurez e instalación en una perpetua adolescencia de perpetuo acomodo a la moda imperante a cualquier precio, sin haber generado una vida, un hábito, un esquema o una manera propia para las cosas, que es la madurez.

No tenemos un problema de elecciones, es un problema de electores: los votantes son gente que va a hacerlo conforme a un criterio de narcisismo y vanidad de tal modo que votará lo que acomode a su falsa imagen de su falsa identidad, de tal modo que la insatisfacción personal se proyecta a toda la sociedad y la confusión se adueña de todo, porque no se vota a un sistema de intereses que se adecúa a ellos, sino que votan a un sistema de apariencias que se acomoda a la imagen de su leyenda personal, y ese camino es lo que va hundiendo todo por todas partes, independientemente de que el sistema democrático tiene sus propias reglas para perpetuarse a sí mismo a pesar de lo que digan los electores, incluyendo el saltarse las normas, pucherazos, y demás estafas reales.

El problema es la confusión, instalada como norma y dogma de la vida social, lo demás, irrelevancias para justificar vidas de parlanchines, charlatanes, y vividores de la legua: la negación de la persona es la clave, y una vez conseguido, sólo les convencen de que su vanidad quedará a salvo si vota a mi ideología de todo a cien, sobrecillo de azúcar y sistemas vitales que cambian cada semana y no se renuevan ni analizan: siempre se habla de realidades fantásticas, y la realidad que se ve es deplorable, como las abuelas vestidas de adolescentes.

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