jueves, 1 de mayo de 2014

Vías pecuniarias.

Lesa patria. Delito contra el patrimonio cultural de la humanidad, contra el medio ambiente y contra la cultura.
Si hubiera un Rey en España haría rodar cabezas literalmente.
Las vías pecuarias son patrimonio de España, estabilizadas por Los Reyes Católicos y fundamentadas en la Lex Augusta, son la estructura arterial de España, no sólo del ganado: junto a la estructura de caminos es la verdadera red de comunicación, y en muchos casos la mejor vía económica: el tránsito de ganado nos facilita cosas coyunturalmente macroeconómicas de mucha enjundia y tesis doctoral: la comida. Y hoy día, eso, son palabras mayores.
Es patrimonio de España, no se puede enajenar ni privatizar: y si por abulia de autoridades se ha abusado del uso, si hace falta se desalojan con misiles o bombas atómicas: las vías pecuarias, los caminos, y toda la estructura de comunicación de España son el fundamento de nuestra historia y cultura, y hoy día son más necesarias que nunca: venderse al dinero fácil sólo evidencia la catadura de gobernantes y periodistas: Jiménez Losantos que tanto bramaba contra los acampados en la Puerta del Sol por ocupar espacios públicos jalea que desde la Aguigue se privatice la Cañada Real: junto con el canal de Isabel II (cuyos predios son espectaculares) son el germen ya visto de muchas fortunas de dinero fácil de los que quieren convertir España en un burdel, fomentando Madrid con prostíbulo moderno llamándolo Eurovegas y creyéndose mafiosos de película americana (el jefe por supuesto, nunca el muerto)
Vender el agua, los caminos y las cañadas, cordeles y veredas es lo más suicida que puede hacer España como nación, la estupidez más grande, la muerte por inanición, y en este rango el liberalismo se asienta, y se justifica, porque es que “no entendeis” lo suficiente, claro, ellos, los liberales, se han adjudicado ya el puesto en “El ala oeste de la Casa Blanca” según los papeles de la serie, y actúan como si fueran de Washington de toda la vida: de los que están dentro de la Casa Blanca, claro: nunca los mendigos que duermen en cartones.
Ni ecologistas, ni políticos, ni periodistas ni nadie clamará contra este delito, cuya gravedad es histórica, de haberse vendido por un plato de lentejas, dejando tierra quemada para siempre, y se quedan tan orondos.
Ha firmado el mayordomo de la Aguigue; sus lacayos nos querrán convencer de la bondad de tal medida: todos silenciarán cualquier protesta porque la infamia la taparán con toneladas de dinero, y hambre para toda España.
Y hasta las piedras claman por su infamia.

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