viernes, 12 de abril de 2013

Ab urbe pontifex

 

Era divertido ver como los cachorrillos de unicornio empujaban a los zagales a entrar en casa, cuando habían retozado por las huertas al salir de la escuela; nunca querían volver a casa y los unicornios los acompañaban, y luego el pueblo entraba en el sopor de la noche que no era nunca molestada; amanecía y el pueblo brillaba del blanco de la cal que adornaba todo el pueblo, con aromas de murta y romero, tomillo y jaras y los labriegos iban a los campos con alegría, con ansiedad por trabajar, tocando instrumentos musicales cuando los campos quedaban lejos para ir haciendo más agradable el camino; las mozas de tan primorosas hacían enloquecer a los tratantes de ganado, y el pueblo a la hora del casino era un dispendio: no es disparatado afirmar que tanto Schopenhauer como Wittgenstein tomaban apuntes de las conversaciones en los casinos: hay pruebas de que Kant basó su Crítica de la razón pura en una discusión sobre mojete y cuál era la idónea cantidad para una persona por día, “la ración pura” en una discusión junto al pilón de los catalanes. Como eran todos fehacientes y escrupulosos, decidieron en sus ratos libres hacer un puente para conmemorar su propia felicidad en tal república de letras, música, y cantores, y a tal fin se construyó el puente: que actualmente sirve de centro de festejos de los nostálgicos de la nada, porque rebautizar como puente de la república al puente nuevo es una falta de respeto al puente, a los trabajadores, a los trazadores y a todo aquel que lo hemos cruzado; el puente mientras se construía era la “obra del barranco los mudos” en el que ya había otro puente; el trazado se corresponde a la trama de vías pecuarias que dan génesis y fundamento a Buñol, y una vez inaugurado y en uso, el pueblo lo bautizó: “el puente nuevo” y tal fue siempre, hasta que mor de la nostalgia de los unicornios deciden rebautizarlo ya hecho: es la estrategia de la progrhez en España desde que heredaron de Franco: nada nuevo hacen, pero todo lo “repiensan” y “ponen en valor” ya ejecutaron una ampliación cuando menos cuestionable bajo todo punto de vista, y ahora quieren bautizarlo como puente de la república de los unicornios y así inaugurar algo, porque no se note su afán de destrozar el pueblo y su identidad; y las legiones de orcos siguen pensando en tierras con unicornios en la cual ellos son siempre los elfos.
Faltan al respeto a los orgullosos trabajadores que hicieron tal obra, a la memoria del pueblo, a la capacidad de bautizar sus calles y montes, se ciscan en la toponimia y en su propia herencia cultural, pero eso sí: todo sea en nombre de la cultura.
Porque el trasunto creado de una historia inventada se cae, por su propio peso: durante la guerra civil, los comunistas de Buñol, se quedaron todos en el pueblo “no vaya a ser que éste arramble con mi parte” siendo “mi parte” la que habían establecido de parte del botín, y “éste” su compañero de partido; y con diversas excusas, no fue ni uno al frente; mandaron al pueblo, y tampoco fueron tantos; en ganando Franco, disimularon un poco, y arrastraron el resquemor toda su vida, pero desde luego héroes de la república en la guerra, de Buñol, ni uno. Ni tampoco de la lucha antifranquista.
No en la guerra, sí en la retaguardia: el alcalde Furriol intentó poner coto a los desmanes de los suyos, defendió a todos los buñoleros, y fue una persona de la cual Buñol debe sentirse honrada: era comunista, era buena persona; como cuando en una de esas de cunetas y tiroteos, salvó la vida a unas monjitas, por su cara, en lo que ahora es la carretera vieja, la nacional tres; y siendo ateo, el vaticano consideró su papel como honorable en el proceso de beatificación de una de ellas, lo cual es muy mucho: que el vaticano dé voz y reconozca a un ateo no es cualquier cosa.
Eso sí, abusaron como abusan de la bondad de la gente, y alientan sus malas pasiones en vez de fijar sus cualidades, que cada vez hay menos. Al propio Furriol aun lo denuestan, los muy gañanes del partido.
Celebrarán, y darán vivas, a un trapo, porque lo que llaman la bandera de la república es una bandera Española que estaba en un almacén con goteras, y la gotera descolorió un trozo de la bandera, de ahí el tricolor; conforme avance el nivel de alcohol se sentirán más vinculados a la progrecesación, la revolución, y la república, haciendo que por elusión los que sí estamos contra el régimen no los queramos de compañeros: y daré un dato: de cada tres años desde que murió Franco, dos ha gobernado el psoe: si no han proclamado la república federal es porque es mejor mantener a la gente en el anhelo y la insatisfacción mientras son fieles súbditos del Borbón.
Con tales trazas España no irá adelante, nada saldrá adelante, el páramo cada vez lo será más, y la estupidez excelsa será el súmmum social, la magnificación de la mediocridad.
El tomate es una celebración popular ridícula que todos los buñoleros hemos ejercido: yo llevaba los tomates de mi casa; si fué a más fue por la inspiración del boticario, hijo del que la bautizó: “la tomatina” era un producto para los ácaros de las tomateras inventado en Buñol; si las fiestas eran feria y fiestas, eran alegres y eran esplendorosas, lo eran porque eran los clavarios los que las organizaban cada año, todos los años. Desde que por decreto es “el pueblo” el que se encarga de organizar las fiestas se acabaron las fiestas, literalmente: sólo son una borrachería infamante, una degradación de la humanidad: echaron a un negro de los de los collares al barranco. Cuando yo era niño, y vivía Franco, si hubiera pasado eso, al que lo hace lo hubieran machacado los mismos buñoleros: se silencia y hagamos como que no ha sucedido. Y como Buñol para los partidos no es nada más que una justificación de infamias, venden la organización de las fiestas a una empresa de otro pueblo: eso, es delito de lesa buñoleridad. Eso es la magnificación de la estupidez: pues la reacción es pedir por favor a una empresa cuestiones propias del pueblo: hay que joderse. Les piden por favor que establezcan como himno una determinada canción de gente del pueblo….a unos de otro pueblo. Y no se les cae la cara de vergüenza.
Han vendido aquello de lo que alardean, han vendido la fiesta del pueblo, han vendido todo: y se quedan tan orondos; a empresas, para financiar sus ridículas pretensiones: y seguro que algo más; vender la fiesta, que horror. ¿Los buñoleros somos las chachas de esa empresa? ¿Si pasa algo como en el Madrid arena quien será el responsable?
Pero que animalada, vender las fiestas del pueblo. Y hablan mal de los capitalistas: como se atreven. Eso sí es capitalismo salvaje.
Yo soy de Buñol: el consistorio a mi no me representa. Y no pediré permiso a una empresa para nada en mi pueblo, en mi calle, en mi vida, con mis vecinos: si han vendido hasta la tomatina, es que no dan para nada, a mí, no me representan.
Viva Buñol libre, queremos puerto de mar.










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