jueves, 7 de junio de 2012

Pueden ustedes llamarme Ismael.

Ese tipo que sube la escalerilla, tiene toda la pinta de haberse escapado anoche de la celda de Gomorrra. Es el insulto más letal que jamás he leído; Melville traza el mapa de la condición humana.

el Pequod no caza ballenas, el barco nos adentra en la condición trascendente del ser: jamás te interpongas entre Achab y su ballena; jamás niegues a nadie su destino; la llamada a todos alcanza.

Cuando Bradbury encara el guión de la película, encara también su propia condición y trascendencia: el arponero samoano es el hombre ilustrado que a flor de piel lleva la historia de su vida; en la novela el rigor narrativo es más fiable, en la vida todo se difumina, y aquí ya somos demasiados los que en esta época malhadada llevamos el alma cosida a cicatrices y al dolor, como tanta gente que nos distinguimos entre nosotros, porque sin la evidencia de las cicatrices nos reconocemos por los infiernos habidos, por las maldades sufridas, por los dolores inscritos: el hombre ilustrado trabajaba en el circo, nosotros soportamos esta vida en la cual han hecho un circo y van arrojando a las personas a los leones: los supervivientes sabemos en que caladeros resopla Moby Dick, y cada vez somos menos y más perseguidos por esta infame sociedad, destructora y aniquiladora de la persona. No llevamos los tatuajes, llevamos grapada el alma a la cicatriz.

Son tiempos de tatuajes por todas partes, supongo que todos tienen el alma de presidiarios, pero desconocen el significado de su propia piel y desconocen el valor del tatuaje porque nadie ya en vida ha leído a Moby Dick, porque desconocen al hombre ilustrado; porque son tiempos de cosmética y apariencia y nada de sustancia detrás, pero con Melville y Bradbury, Conrad y Defoe, Stevenson y el Lazarillo, conseguí comprender el mundo y que el mundo fuera comprensible para mí: ahora es más fácil: todos se autodenominan cultos pero no saben apenas leer: eso sí, de todo dan lecciones y la whiskypedia es su summa conceptualis de errores y estulticia.

Gracias Sr. Bradbury. A lo lejos, percibo a la ballena.

3 comentarios:

Váitovek dijo...

Con los años, lo que viene una y otra vez al recuerdo, quizá porque es lo más parecido a esta vida difusa y sin "riogr narrativo", es esa especie de pecado original de Lord Jim, sutil, secreto, inasible, pero mucho más devastador que Moby Dick.Al fin y al cabo, La Ballena/Destino está en una tradición mucho más comprensible y superficial, la de la tragedia griega.
Con Lord Jim entramos en lo más jodido, el lema sabactani, pero además un lema sabactani secreto y cotidiano, nada épico,vulgar e irrelevante para el mundo, que conforma el secreto de cada uno.

Ignacio dijo...

El asunto con todas estas obras maestras, que a mi también me priva Lord Jim es que nadie las ha leido pero todos "han visto la película" como con Montecristo o los Tres Mosqueteros, "han visto la película" cualquier día, algún cura me dirá que no ha leído el catecismo pero "ha visto la película"

Váitovek dijo...

Sí, impresiona mucho verificar que la lectura y los lectores han desaparecido completamente en apenas 30 años.
Lo que la actual humanidad practica masiva y constantemente, de ahí la interminable producción editorial y el uso de Internet, se podría llamar "informarse", pero no leer. También con las novelas e incluso con las películas " se informan", es decir, mantienen constantemente la distancia entre ellos y el texto - o la película-, nunca lo hacen suyo, no saltan a la piscina y permiten que les transforme realmente.El Yo burbuja hermética nunca se toca.No buscan un sentido encarnado, una posibilidad de vida real. Y esto,que es lo más opuesto que existe en el mundo a "adquirir información", es lo que se llama leer y ya ha desaparecido de la especie a cualquier efecto relevante.
Así que tú y yo y otros pocos somos los últimos dinosaurios de la edad de la lectura.