jueves, 11 de septiembre de 2008

Amanece


La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean en las aguas podridas.

La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.

La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible.
A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.

Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraísos ni amores deshojados;
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.

La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.






3 comentarios:

o s a k a dijo...

los medios de comunicación occidentales, por su propio funcionamiento y lógica interna, acaban por generar un estado mental en el ciudadano medio en el que cada día se producen uno o dos hitos históricos. Esto es científicamente (sic) imposible.

el 11S2001 ha sido un acontecimiento muy superior, pongamos, a la caída del muro de Berlín o a la celebración de los JJOO en China, por ejemplo. Tal vez sea el único hecho verdaderamente relevante que presenciemos en nuestras vidas, a 2000 años vista.

n a c o
historiaendirecto

Anónimo dijo...

Me parece que se puede decir, con gran exactitud, que el 11 de septiembre de 2001 se cerró una época histórica (que a su vez empezó, probablemente, el día en que cayó el muro de Berlín, en 1989) y empezó una nueva, caracterizada (entre otras cosas) por el miedo al terrorismo islamista aquí, en nuestra casa.

El 11 de septiembre, pues, sería equiparable al 14 de julio de 1789, al día en que asesinaron al heredero austriaco en Sarajevo o al 14 de abril de 1931 o al 20 de noviembre de 1975, en nuestra pequeña historia nacional.

Ignacio dijo...

Eso va en el post de mañana