-Un sistema para degradarnos.
-Una política para entretenernos.
-Una justicia para justificarlos a todos.
Es el comienzo de la edad oscura: es el comienzo de todo mal: dado que no podemos vencer a Cervantes degradémosle por ir “bajandole la resolución” mediante difusión en la bajeza; así, disuelto en mediocridad, al final asimilamos la mediocridad a Cervantes, y así, cualquier imbécil que consiga poner cuatro letras a la vista del público se considere Cervantes.
La repugnante socialdemocracia está consiguiendo con ese camino lo que tanto anheló Hitler: la unión de Europa, disputada con Stalin: ambos venían de lo mismo, eran lo mismo, y lo están consiguiendo por la estupidez anclada en el sistema, por el desprecio absoluto hacia la gente y asumido por estos.
Nunca ha estado Europa unida, y nunca lo estará; y nunca ha habido una unión Europea desde Roma, ni nunca la habrá, todos han chocado con las personas, todos se han hundido en el lodazal de creerse dioses: ahora es al revés: como se saben Dioses, viva Europa.
Lo que constituye una identidad Europea es el catolicismo: lo que lo define y condiciona es el camino de Santiago; lo demás son constructos socialdemocratas, siempre basados en el progreso, siempre despreciando a las personas, siempre acabando en guerras.
Llamar progreso a las moderneces es antigüo, y ridículo, inventar la realidad a un constructo propio es pueril e indicador de carencias emocionales; es mejor hacer El señor de los anillos, mucho más creativo: ninguno es capaz de inventar Harry Potter pero todos somos muy capaces de hacer chistes y denostarlo; encontrarse modernos desde Roma implica tres cosas: promiscuidad, degradar a todo el entorno, para brillar uno, degradación, y estulticia, amaneramiento y falta total de entereza para asumirse a uno mismo en la propia mediocridad.
Construir cada país de Europa ha sido un proceso arduo desde Roma; sufrir a los franceses es la prueba que nos une a todos los europeos; la memez del europeismo es como la moda aquella de los conjuntos ye ye que nada aportaron pero quedaron bien: pues nada; los hacemos doctores honoris causa y asi los verbeneros a las más altas cimas del poder.
Es igual: profundizaremos en la estupidez: ese pozo jamás se agota. Ahora vienen con el contrato de inmigración. La estupidez hecha ley; la memez elaborada, y la exaltación de la mediocridad y el autoengaño: en eso, más les valía aplicar dos Máximas; la de Augusto, que es un inmigrante que debería ser el ejemplo; y la de Australia:
fuímos dejando el vos y adoptando el tú y con él muchas cosas mas. este proceso de adaptación no fue motivado ni por presión social ni por sumisión sino mas bien por agradecimiento al país que nos había hospedado y por respeto a su cultura y a sus ciudadanos. No sabía que en virtud del multiculturalismo tenía el derecho de pedirles a los españoles que cambiaran sus costumbres para que yo me sintiera mas en casa.
Yo creía que estaba en un país de derecho y no en un país al servicio de mis derechos, como parece que sucede ahora con la nueva ola inmigratoria en España.
Esa idea de que Australia es una comunidad multicultural sólo ha servido para diluir nuestra soberanía y nuestra identidad nacional. Como australianos, tenemos nuestra propia cultura, nuestra propia sociedad, nuestra propia lengua y nuestro propio modo de vivir.
La claridad es enemiga de la estupidez, la verdad está oculta y diluida en un magma de corrección política; no hay libertad sin la verdad, y se hace todo lo posible por ocultarla. Paso a la libertad, paso a la verdad, menos política de corrección y mas hombría, que es lo que hace falta. Y el que sea progre, que asuma su carencia, no como ahora que tenemos una sociedad domeñada por los tontos del pueblo.
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