domingo, 2 de septiembre de 2007

Estado civil

SOLTERÍA TRADICIONAL VERSUS SOLTERÍA MODERNISTA

Breve ensayo sin pretensiones sociológicas para mostrar mediante ejemplos la evolución en el tiempo de esta institución en una franja de edad situada entre los 35 y los 58 años y referida exclusivamente a individuos de sexo masculino.

El soltero tradicional es austero y comedido, no pretende demostrar nada con su aspecto, su apariencia no delata su status, las tendencias de la moda se la sudan, viste siempre el mismo modelo de pantalón y sólo compra ropa cuando se le rompe alguna prenda, no le importa circular con chaquetas desgastadas por la intemperie, casi le avergüenza estrenar algo, tiene un par de trajes que se ha hecho en el sastre, es un gran cliente del zapatero del barrio.

El soltero modernista es un esclavo de la moda, ansioso por aparentar modernidad compra compulsivamente ropa que probablemente está diseñada por y para homosexuales veinte años más jóvenes que él, cree el muy iluso que por vestir determinadas marcas va a causar sensación entre el mujerío. Y es que el soltero modernista vive obsesionado por el sexo, pero no se come una mierda; aun así no dudará en ensayar todas las posibilidades de ridículo en que un hombre puede incurrir con tal de que se le presente una remota esperanza de mojar. Lo lleva claro.

El soltero tradicional no viaja nunca, sabedor, como Tolstoi, de que quien conoce bien el pueblo en que nació conoce el universo. Si acaso de vez en cuando a la capital de la provincia, a resolver “asuntos” de los que no da cuenta a nadie y, eso sí, procurando siempre ir y volver en el día para poder dormir en casa; si algún imponderable impidiera tan prudente propósito se alojará en fondas de confianza solicitando la más austera de las habitaciones.

El soltero modernista es un cliente contumaz de las agencias de viajes. Gusta de destinos exóticos e incluso de aventura. Lo cual provoca que en ocasiones sea asesinado por integristas islámicos y en otras vuelva a casa con malaria o fiebres tifoideas. Va a los viajes a ligar, pero no se come una mierda. Eso sí, le da mucho juego como tema de conversación para dar la brasa a cualquiera con quien pega la hebra.

Si hereda de un tío abuelo una casa en el pueblo el soltero tradicional habilita el bajo para guardar el tractor, mete una docena de gallinas y tres cerdos en el corral, almacena en el piso manzanas, patatas y almendras para el invierno y conserva como única pieza de mobiliario un jergón para venir a echar siestas a la fresca en el verano. El modernista monta un establecimiento de turismo rural o un hotelito “con encanto” –ya sabéis: con cortinas, cuartos de baño…-.

En materia de sexo el modernista se tortura, cree que las relaciones sexuales son parte fundamental de su proyecto de “realización” como ser humano, como adulto, multiplica los intentos de ligue, presume de interminables agendas de citas, la memoria de su teléfono móvil no da más de sí, gusta de que le vean en compañía femenina, ya hasta le da igual edad, estado civil o que sean feas como un callo malayo, él lo que quiere es mojar, pero como ya hemos dicho y no nos cansaremos de repetirlo, no se come una mierda. Emplea frases como “estoy saliendo de una relación”. Como consecuencia de su frustración se mata (por favor, melopea, no sabes quién puede estar leyendo este foro. Un poco de cordura) auxiliado por pornografía de calidad muy mediocre, entre lágrimas de vergüenza. La condena que reciba será por gilipollas, ya que teniendo a mano el consuelo de la religión y el sacramento de la reconciliación no los aprovecha.

El tradicional por su parte procura una exquisita discreción en sus asuntos en la firme convicción de que el honor de la dama es un bien que merece toda la protección. Sólo da cuenta de sus deslices a su confesor. Si escucha comentarios en plan “tu es que las matas callando”, niega con firmeza o, como mucho, calla con desprecio o cambia de conversación. Nunca presume ni se jacta. Pese a sus arrepentimientos y penitencias sabe que se chupará una buena temporadita de purgatorio por sus pecados, pero será porque la carne es débil y la naturaleza del hombre caída.

Al soltero modernista se le ve por ahí con frecuencia en el marco de pandillas mixtas, acudiendo a locales de música estruendosa donde todos menos él se percatan de que es el más viejo y está haciendo un ridículo difícilmente describible. Su ansiedad por el ligoteo le impide mantener relaciones de amistad perdurables. En los bares pide agua mineral, cerveza sin alcohol o refrescos de té con limón, con lo cual concita a la par el desprecio de los camareros y la animadversión de los parroquianos.

El soltero tradicional conserva a sus amigos de toda la vida. También a sus amigas, la mayoría de las cuales ya son madres casadas o divorciadas, las ve poco pero mantiene con ellas un intenso intercambio epistolar en el cual las aconseja y procura conducirlas por el camino de la virtud. Cuando sale o lo hace solo o en compañía de la cuadrilla de amigos de su mismo sexo, frecuentando tascas y baretos de barrio en los que no hace falta ni abrir la boca para que el camarero ya sepa lo que hay que poner: una ronda. Y la ronda, claro está, es de vino de la casa, del más corriente, sin marca. Acompaña el café –solo- con un chorrito de orujo –blanco y también sin marca-; algún domingo que otro se permite una copita de brandy o de pacharán tras la comida. Jamás se le pasará por la cabeza seguir dieta alguna o frecuentar gimnasios.

En materia política el soltero modernista sigue un comportamiento absolutamente esquizofrénico: lee periódicos, escucha tertulias, pretende hacer acopio de toda información posible para emitir “un voto responsable”, se empacha de programas electorales, acude a los mítines con la esperanza de ligar y si la chica con la que logra cruzar dos palabras de política es progre pues el súbitamente también lo es, y si centrista pues lo mismo. Es capaz de votar opciones distintas al congreso y al senado, al ayuntamiento y a la autonomía. Dada su empanada mental es incapaz de tener las ideas claras pero opina que la democracia es el mejor sistema posible, condena como bárbaras las dictaduras de derechas y corre un tupido velo sobre los regímenes comunistas y sus crímenes o sobre las tiranías islámicas. Por supuesto que no se plantea ni de lejos que ningún condicionante moral pueda afectar a su sufragio. Se apunta con facilidad a cuanta causa progre aparece: exige igualdad para la mujer y condonación de la deuda al tercer mundo y más ayudas por parte del occidente capitalista, eso sí, de los tiranos que oprimen a esos pueblos ni mú. Y opina todo esto menos por convicción que por la esperanza de zumbarse a alguna rogelia pseudofeminista desesperada y quizá algo fumada. Pero no se come una mierda.

Por su parte el soltero tradicional exhibe un distante escepticismo político respecto a las opciones que el sistema ofrece. Procura, eso sí, manifestar siempre que puede las contradicciones de los partidos convencionales, ya se hallen en el gobierno o en la oposición. Y por supuesto se muestra intransigente con toda actuación de los políticos del sistema que atente contra el tradicional sistema de valores morales que la Iglesia enseña. Nunca se le ha visto entrando en un colegio electoral. Aunque en el fondo de su conciencia se identifica con posiciones ultramontanas no suele hacer proselitismo, lo más que se le ha oído es definirse como “de orden”.

Como ya hemos apuntado el soltero modernista es ateo, aunque él se define como agnóstico porque le suena menos violento y más moderado y porque, en su estúpida pedantería, se le antoja que profesar el agnosticismo resulta más elevado, sofisticado y elegante que ser un mero incrédulo, como si le confiriera una pátina de hombre ilustrado. En el fondo ha caído en la increencia más por dejarse arrastrar por la corriente social que por una verdadera reflexión acerca de asuntos trascendentes, ya que él nunca piensa en esa clase de cosas porque tiene la mente muy ocupada en el único asunto que le obsesiona: ++++. Pero, como sabemos, no se come una mierda, si bien no por ello deja de obsesionarse por el asunto sexual, que le mantiene perennemente en un estado de febril maquinación. A sus sobrinos les regala gameboys y otros artilugios electrónicos similares que contribuyen eficazmente a la idiotización de la infancia, otras veces les da dinero para chuches sin darse cuenta de que la edad de inicio al consumo de drogas está ya en los doce años.

El soltero tradicional cumple con el precepto de oír misa los domingos y fiestas de guardar. Aunque no participa en consejos parroquiales, asambleas de Caritas ni cosas por el estilo, es miembro de un par de cofradías. No falta a las procesiones pero procura pasar inadvertido. Le da igual la misa en latín que en su idioma, con tal que sea autorizada por la Iglesia como válida, él en eso no se mete. En las primeras comuniones de sus sobrinos o hijos de amigos regala invariablemente una Biblia, así sean los padres de la criatura más ateos que Stalin.

En resumen: que como hemos visto la principal diferencia es que el soltero tradicional lo que se come lo confiesa y se lo calla, y el soltero modernista, que no se come una mierda, va por ahí fabulando aventuras galantes que sólo han ocurrido en su imaginación calenturienta y frustrada.

Por supuesto queda abierto el asunto para los matices y aportaciones de los perspicaces foristas de esta casa.


“Somos jóvenes, elementales, orgullosos, católicos y revolucionarios. Todavía es áspero el sendero y no queremos más alivio que el de nuestra alegría tostada de intemperies.”
Rafael García Serrano. Eugenio o la proclamación de la primavera





Copiado integramente del Foro Tomás Moro, gracias a un comentario del Embajador en el Infierno.

12 comentarios:

Simplemente Olimpia. dijo...

osease...-sin polémica alguna- ambos "pitopaúsicos" perdidos...;)

Olimpia.

Ignacio dijo...

Eso no lo se pero que refleja la realidad, claro; está muy bien hecho, a mi me ha gustado.

Embajador dijo...

Olimpia,

con todo respeto: creo que no lo has pillado.

Anónimo dijo...

Olimpia: el soltero tradicional no es pitopáusico, sino caballero católico sin tacha que observa rigurosamente los Mandamientos de la Santa Madre Iglesia en materia carnal. Esto le permite conservar todo su vigor y potencial sexual para cuando llegue el momento oportuno.

En cambio, el soltero modernista está prematuramente acabado como consecuencia de sus excesos idiotas y su incontinencia enfermiza y ha de acudir tres veces a la semana a comprar Viagra al Carrefour (no puede ir a la farmacia de toda la vida, por las miradas reprobadoras que le dirige la farmacéutica, a la que le hizo una proposición guarra y le propinó una antológica bofetada) para saciar su incontinencia con las señoritas del Club Aire's sin que se entere nadie. Esto le ha provocado varias visitas al urólogo, además de un vaciamiento de fuerzas que no se explica. Vamos, que está acabado, por modernista y por gilipollas.

Luis Amézaga dijo...

¿Es una promoción del matrimonio?

Ignacio dijo...

Si Luis, algo así, pero todo lo contrario.

o s a k a dijo...

Ignacio, además de un ejmplo a no seguir, eres un cachondo

n a c o
solterodealpaca

Simplemente Olimpia. dijo...

Discúlpame Ignacio si respondo...seré breve...
Embajador;...creo?...ufff.
Anonimo; voy hacer como que te omito.

Gracias Ignacio.

OLimpia.

Anónimo dijo...

¿Pero el soltero tradicional existe?
Por favor que me lo presenten ya mismo. Estoy de buen ver ¿eh?.
Volvemos al tajo sniffff

Un saludo

o s a k a dijo...

¿el soltero tradicional existe? bueno, si aqceptamos que está hecho de carne y hueso... síp

n a c o

Embajador dijo...

Olimpia- Ahora el que no lo pilla soy yo.

Anónimo dijo...

Si bien el contenido es un poco flojo (aunque supongo que ésa era de alguna forma la intención), la forma es acojonante. Lo he leído del tirón, y mira que tenía prisa... Déle mis congratulaciones al autor, si es que lo conoce.

Deben saber los hombres internautas, no obstante, que hay solteros que sí mojan y no necesitan ni mentir ni ir de putas. Algunos hasta eligen la soltería. Lo que desconozco es si saben conectarse a internet.

Ah, y Viagra no se compra en Carrefour. Ni tampoco en internet, que es peligroso.