jueves, 4 de octubre de 2012

No hay de que asombrarse

Sólo hay dos opciones: o el hombre se imbrica con humildad con la tierra y de esa manera se desarrolla como persona, se proyecta al futuro y tiene una vida plena, o es un obrero de la industria.

La comunión con la tierra implica el trabajo y el esfuerzo, la labor como realización, la familia y el amor y el pasar épocas de abundancia y carestía; la alegría y la introspección van en el ritmo: la matanza, la siega y la cosecha dan la alegría, la introspección va con el curso del año, con el tránsito del sol. Que era y puede ser moderno, y en algunas formas actualizable, pero esencialmente es una vida de humildad y sencillez, una vida plena, son las espigadoras de Millet con toda la carga de esa pintura.

La opción elegida por imposición de invasores para modernizar implica la proletarización. El trabajo rinde sólo en dinero, a precio tasado e independiente de la naturaleza, se desarrolla a tales horas y en medida de rango social definido y tabulado por el estado se cobra: la gente va estabulada.

La industrialización se ha impuesto de manera paradójica: se ha impuesto, mientras se destruía todo el tejido industrial. Y por consignas de rigor proletarista se ha destruido también todo el entramado agrícola, ganadero, pescador y de valor de la tierra que ha configurado España desde Roma.

En eso estamos, mientras como una burla, el sistema que fomenta la destrucción no sólo de la naturaleza y la imbricación del hombre con ella genera su contradanza de expiación de culpas sabidas: el ecologismo sólo es una especie de penitencia autoimpuesta ante el vigor de la animalada.

Si se está en este sistema, hay que asumir la energía nuclear, la destrucción de espacios, pueblos y lugares por “un bien mayor” y toda la suciedad que genera, aunque quieran limpiar sus conciencias industriales con el jabón industrial del ecologismo que nada consigue excepto su riqueza y continuidad.

No es una crisis de dinero, ni es importante en absoluto el dinero ni sus flujos, ni mucho menos los sanedrines financieros a los que se nos somete esclavizándonos: es una crisis de la naturaleza de la cultura en la que el hombre ha abandonado su vida por una comodidad aparente y una pobreza real.

Solón ha pasado a la historia como uno de los grandes legisladores. Probablemente lo sea: fue Solón el que hizo la regulación de los prostíbulos en Atenas, hacían pequeñas bromas sobre Esparta por su especial configuración de moneda: Esparta no se había vendido al oro de los templos babilónicos y tenían una vida de trabajo y esforzada sin los haraganes, riquezas, casas de putas ni grandes filósofos de las demás ciudades griegas.

Leónidas con 300 más salvaron a la humanidad de la esclavitud, la mujer como objeto para dar palizas y la degradación del hombre. Jerjes se envainó todo su dinero junto con su soberbia. Los pobres son la salvaguarda de la humanidad, como ratificó Cristo algo después, y ahora estamos con el problema de los pagos a Jerjes que tiene sucursales en Alemania porque la hez se ha envilecido con el capital financiero: y hay quien dice que hemos evolucionado, cuando no progrecesado.

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