miércoles, 14 de octubre de 2015

La traslación

Banderas en los balcones: de presunción ideológica, de aspiración política, trapos de colores con pretensiones de bandera, exhibicionismo impúdico, constante y presente de banderas: lo veo ahora, formalizado, por demasiados sitios.

Aquí se sacaban banderas, gallardetes, banderines, y orlas el día de la Fiesta Nacional, o local, o cuando una procesión, y luego se guardaban. Ahora me da igual lo que pongan en los balcones: se coloca una bandera del mismo modo y con el mismo signo que vemos que hacen en USA en series y películas, nada que ver con la bandera que yo juré, nada que ver con la tradición española: da igual la bandera que hayas puesto, lo usas del mismo modo que manda la extraña consigna del capitalismo sajón: y va ganando el capitalismo.

Al acabar el bachiller había el viaje fin de curso; ahora celebran la graduación: nada nos gradúa en España: pero se celebra; va ganando el capitalismo sajón.

Era imposible encontrar en España dos personas que pensaran igual acerca de algo: sobre todo de política: “transición” mediante, ahora todo se define en peperos e izquierdas, cuando no otros apelativos: pero sólo dos opciones que identifican y unifican; al verse perdidos y sentirse traicionados, la gente desnortada se ubica en partidos nuevos que, casualmente, aparecen en el momento idóneo para sujetar la manada: dos partidos, sujetos a los poderes corporativos, como manda el senado estadounidense: manda el capitalismo sajón.

Lo que nos hace ser nosotros se va diluyendo en memeces propias de puritanas mojigatas prestas al escándalo, contra toda seña de identidad, fundamentadas en un tremendismo de buena voluntad por su bien, que justifica la eutanasia preventiva; y cualquier acto, diluido en la burocracia estatal, jamás tiene un responsable: en breve, los juicios los ganará el que pueda pagarse abogados….que cada vez la administración de justicia más tiene formas, modos, y actitudes norteamericanas, sin relación con el jurismo español, tan fundamentado en la inquisición y tan protector del reo: ahora, todo por la pasta: va ganando el capitalismo sajón.

Ningún enfermo es paciente más que por su capacidad de aguantar la burocracia: del médico de ambulatorio (que cada vez tiene menos personalidad propia, diluida en procedimientos burocráticos “protocolos” los llaman: y otra vez mal usando el lenguaje) jamás sale una solución a alguna enfermedad algo atravesada: rosario de especialistas y “protocolo” y burocracia por todas partes: nadie asume el trayecto completo de una enfermedad, de manera que al caso de haber un error, nadie tiene culpabilidad. Y a nivel personal no hay un desarrollo humano profesional que sacie a la persona en su trabajo: la génesis de insatisfacción no sólo es en los enfermos, se trasluce también en los médicos: y esto, bueno no es para nadie, excepto para las compañías necrofílicas de vivir de los temores y el mal ajeno: sigue ganando la plutocracia del capitalismo financiero.

Antes el mayor peligro para un hombre era una mujer con la navaja en la liga: ahora, gracias a la liberación de no se sabe qué, del “empoderamiento” (mal palabro, de mala traducción: por eso hace camino, pero será corto) las mujeres no son apasionadas ni los matrimonios (ahora se dice parejas) son felices: sólo se ve acomodo, no otra relación; una relación comercial: va ganado el capitalismo sajón.

Desaparecida SEAT, diluida en los marasmos de la plutocracia financiera, todo el mundo usa vehículos todoterreno, a ser posible con varios coches alternativos, apariencia y maneras de vidas vistas en pantallas; nada que ver con el ir, venir, comunicarse y las necesidades reales: se acomoda la vida a las necesidades ficticias, no se cubren las necesidades y se asegura y califica la vida; importa la apariencia y el aspecto: no la nobleza del paño, sino el paño de moda: y cada tres meses a cambiar todo: el asunto es que el dinero se mueva mucho. Que no quede nada en los bolsillos: el hambre es más capaz de ser sometida.

La personalidad de cada pueblo, la especificidad del lugar, el país, los paisajes y la gente se configuró y avanzó en su medida dentro de la historia de España, en el curso del tiempo, en un rigor que en su propia perversión ha generado su muerte: el caciquismo, la presión social, toda la maldad de la que es capaz un pueblo, en lugar de ser exorcizada, al magnificarse mediante la “democracia” constituye, en sí, la muerte del sistema de poder que la ha favorecido, por la codicia: bolsillos llenos de vidas llenas de la nada; y ahora pierden todo su poder entregados a sistemas de partidos sumisos a órdenes (consignas) que niegan toda especificidad, con lo cual no hay un modo social local en ningún sitio, en todos es lo mismo en mayor o menor rango, y el aburrimiento es más que una clave, una constancia: pero todo lleva a empujar a que la gente se someta al dictamen de la plutocracia: o se salga del sistema, siendo siempre un blanco fácil para cualquier imbécil: ahora, veo, en otro grado, la situación de las películas en las cuales niñatos en cochazos van a apalear vagabundos.

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