martes, 16 de junio de 2015

¡Que le corten la cabeza!

El Madhatter invita a té y pasteles ¡hoy NO es su cumpleaños! y son para mi dos personajes totalmente distintos y válidos el literario y el de Disney; la misma obra me da para mucha percepción; y temo que no sólo a mí. El sombrerero lleva chistera y está totalmente loco: fundamenta el personaje en la realidad. LLeva chistera. La copa de la chistera había de estar erguida, es la cosa de la elegancia: si la copa se arruga entonces pasas a ser un personaje de Dickens en lugar de alta sociedad británica. Los sombrereros, para mantener la altura de la copa erguida, utilizaban en el tejido el mercurio, que debidamente procesado es metilmercurio, el mismo que producen las pilas botón si son insertadas en un medio en el cual las plantas se alimenten de tal residuo: el mercurio es inocuo al hombre; al procesarlo la planta, da metilmercurio: es letal, por el cambio celular que produce en la estructura ósea de los niños, asumido a través de las madres gestantes. Horrible.
Los sombrereros de Londres se volvían totalmente locos, al tratar consuetudinariamente con semejante monstruosidad para mantener un prestigio en el mundo de la moda, que los destroza inexorablemente.
Parte del precio de la sociedad industrial es la sumisión a la moda, obligatoriamente, implacablemente, no puedes quedar atrás: y si la moda es regresiva no vale la ropa antigua, ha de ser ropa moderna adecuada a tal avatar; y de tal modo la sociedad industrial se fundamenta en el engaño.
Aún tengo la chaqueta de cuero que me compré. Entonces todos los hombres tenían una chaqueta de cuero, cuando podían; si no, de pana. LA chaqueta de cuero. Me la compré al acabar la carrera y ganar algo, cómo, si no. Pero no voy a la moda, eso sí; se me reprocha de todas las maneras posibles, directas, indirectas, y circunstanciales. También uso las botas de la mili, la camiseta que llevo puesta ahora es de aquella época. Si algo sale bueno, me vale, para el resto; un problema menos, un gasto menos, una necesidad menos a cubrir, una vez cubierta. Tengo mucha ropa anticuada, sí, pero bien hecha, que da gloria llevarla.
Pero debo ser un bicho raro: no voy socialmente correcto. Y me la sopla. Lo a gusto que voy yo con mis cosas, liberado de las ataduras de la ingeniería social, lo extraño que resulto en un medio donde manda la apariencia, no el ser. Compras una chaqueta buena, te dura treinta años; al menos; y así, se hace uno una vida, un estilo, una personalidad reflejada en el tiempo, una clase, elegancia y estilo propio: de tal modo la gente se diferencia.
Claro que eso lo veo ahora, también ejercité la sumisión a la moda y la apariencia, quizá el tiempo me da razones, tal vez haya que saber madurar y saber hacer madurar, si no, se nos va la pascua, mozas.
La sociedad industrial se somete a la moda y se justifica a sí misma en el crecimiento: es lo único que crece continua y exponencialmente, sin fin, consigue lo imposible: el crecimiento infinito, no existe el final o la madurez, siempre creciendo. Esto, es imposible, pero hay todo un argumentario de posibilitar la imposibilidad: pero es imposible, nada crece siempre tendiendo al infinito. De tal modo, el medidor del crecimiento es el crecimiento del P.I.B. que siempre debe de estar creciendo. De tal modo, si yo compro una factoría solar (es por poner un ejemplo, como resulta evidente, saco la energía de un condensador de fluzo) crece el P.I.B. pero poquito, y sólo una vez; debo de pagar a las compañías la electricidad, mensualmente, y consumir cuanto más mejor, para que con el artificio de los impuestos yo tenga una sumisión fiduciaria a la electricidad, para que el P.I.B crezca infinitamente, porque lo importante es el crecimiento de la economía, no mi bienestar como persona, no que yo cubra mis necesidades según mi criterio, sino debe ser de manera que, como sea, pague impuestos mensualmente por absolutamente todo, para que crezca al infinito lo que no sabemos ya ni que es, ni para qué: pero hay que pagar, mensualmente, y estar atosigados, agobiados, angustiados y amargados, pero siempre pagando, siempre.
Porque lo importante es el sistema, no las personas. Ahora, hablan de “gasto social” y cosas así, siempre dictando cómo debe hacer cada uno su vida, siempre controlando todo: se habla de transparencia, pero jamás de claridad, la transparencia es una trampa, la claridad es lo necesario, y la lucidez, para poder tomar el té con pastas con el sombrerero loco mientras vemos agobiado y atosigado al conejo blanco
llego tarde, llego tarde
¿que hora es? ¿que hora es?
Dios mío: ya son las cuatro
¡y yo había quedado a las tres!
Y cada cual en su camino, mientras el Gato de CHeshire sonríe a rayas moradas y azules desde la rama de un árbol cuando Alicia le pregunta que camino debe tomar para salir de ahí
-Eso depende, en mucho, del lugar al cual quieras ir.
-…En tal de llegar a alguna parte….
-Puedes estar segura de que todos los caminos llevan a alguna parte, mientras andes un trecho lo suficientemente largo.

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