jueves, 15 de enero de 2009

…y si te portas bien

Descansa en el hombre y emerge de él, pero no está en su estructura orgánica. La cultura que cualquiera adquiere existe antes de su nacimiento y persiste tras su muerte; somos “porteadores” de cultura, que es anónima, pues no es individual sino colectiva.

Y es la que conforma el sistema de interrelaciones de la sociedad humana; por tanto, la conducta es el integrador cultural; Resultado del complejo entramado de la invención social, se transmite por precepto a cada nueva generación, y se salvaguarda por el castigo. El hombre ajusta la conducta y evoluciona por un proceso de alimentación y retroalimentación sin modificaciones de su organismo. Los hábitos establecidos se proyectan en las conductas futuras; conforman las normas sociales de conducta; hay normas universales, que empapan a todos los hombres y otras que permiten la elasticidad de elección entre posibilidades, del mismo modo que se generan subgrupos; esto es lo que genera la cohesión social y posibilita el avance cultural por asimilación de las nuevas normas, o no, que los subgrupos “proponen”.

El cambio cultural es pues un acumulado de la experiencia de la cultura sobre sí misma.

Plantear en este siglo un nuevo paradigma cultural, como pretende el ecologismo, o el cientifismo, es negar toda la amplia banda de evolución cultural que entre otras cosas, ha generado la posibilidad de la existencia de esas posibilidades; intentar una nueva alianza con la tierra, es negar la evidente relación que ha llevado la humanidad a éste punto, en el cual la “disensión” con el desarrollo lineal del proceso cultural forma parte del mismo: es una cultura tan elaborada que hay que volver a las fuentes demasiadas veces para saber de que estamos hablando; la palabrería, la demagogia y la premura de la información distorsiona la perspectiva cabal sobre la realidad; llegados a éste punto, la blogosfera se convierte en un sistema de información que produce la propia cultura para su salvaguarda y control.

Cualquier fenómeno, ambiental, social o de cualquier tipo que no considere al hombre como la especie a cuidar – cuidar, no consentir; cuidar, no malcriar- en su redundante relación con el medio, más allá de de logorreas, demagogias o intereses de grupos o personalismos será, por definición mal analizado y por tanto no se resolverán problemas sino que se generarán algunos mayores de mayor costo y que causarán efectos retardantes o degenerativos a la cultura.

La fabulación socialdemócrata es tal que cuela: viven instalados en una realidad de 1950 en Estados Unidos: dan por supuesto que sólo vale lo que publican los medios de comunicación tradicionales, dan por supuesto las técnicas de difusión de la propaganda según Goebbels, dan por supuesto la maleabilidad de la gente: y aciertan, pero cada vez, menos. En estados Unidos la gente ya se informa más por los blogs que por la prensa: buscan la calidad de la información en la blogosfera: y esto, no es discutible: es un dato de la prensa americana; que obviamente reaccionarán. Aquí ya lo están haciendo, sembrando la división artificialmente entre la gente: que otro no piense como yo me enriquece; que otro confunda, me enriquece: antes o después lo acabo pillando, yo u otros; antes o después encuentras el dato que te confirma o niega, y ahí ya cada cual con su discernimiento.

Y además elijo y me configuro mis escritores habituales, mis lecturas preferidas, mi gente de referencia y las amistades o vínculos por el tiempo: ¿acaso no tengo blogers progres por ahí, o gente con la cual no comparto nada? eso es cosa mía: aunque no comparta una visión de las cosas no por ello odio a los que lo hacen.

Y sumando los sumandos, elevándolos al cubo de rubik y partido de risa, acabas viendo con una claridad presciente una realidad deformada; una mala película, los estertores de ahogamiento de las bandas de estafadores magnificando su prestidigitación.

En todos los análisis derivados del llamado materialismo histórico; y de la teoría de los opuestos (si no es una cosa es la contraria) hay un elemento que jamás es considerado: la condición humana. Para estudiar la humanidad se obvia la condición humana. Será muy científico, pero eso no va a ninguna parte. (Bueno si, a cátedras banales, escaños en el parlamento y artículos de opinión en periódicos) Para saber la condición humana hay que considerar la antropología, no como se viene estudiando en un constructo de relaciones y tensiones sociales que generan una sociedad: es muy fácil coger a una tribu primitiva y darle un significado a lo que es su vida, que nada tiene que ver con su vida. Pero eso ha funcionado.

O así lo parece. Hasta Margaret Mead empezó a cuestionarse a sí misma, como relata su hija; sin embargo en sus estudios de la esquizofrenia, Bateson establece la clave que andaba buscando: la enfermedad no es un caso aislado, es siempre un eslabón de una cadena; saber trazar la cadena nos permitirá quizá no arreglar el eslabón pero sí establecer mecanismos para su prevención: Es decir, Bateson al final de su vida concluyó que la familia era el germen de la estructura social en su esencia más intima; y que la superestructura de conocimiento acumulado es la religión católica: lo insinúa él, lo manifiesto yo.

Todas las consideraciones “científicas” referidas al ser humano son por su naturaleza, falibles, evanescentes y nunca desde luego terminadas: en constante cambio el hombre; cualquier aproximación siempre es susceptible de ser renovada. Renovada, que no revisada: lo de “revisar” conceptos, teorías y momentos no es más que una falacia intelectual de mal gusto y letales resultados.

Cabría meter algunos aspectos de la medicina aquí. Cabría sacar algunos aspectos de la medicina aquí.

Pero lo que sí consigue el “método científico” es dar las claves y taxonomías apropiadas para que cualquiera se pueda hacer un constructo de la realidad. Cualquiera, con cuatro conceptos, y algo de picardía (con lo listo que es mi chico) se elabora un constructo de la realidad: a los dieciséis años, hasta los veinte, es la época idónea. Y hay quien de ahí ya no sale jamás: les funciona la inmadurez, y llegan a ser ancianos sin haber sido jamás adultos.

El método científico deriva entonces en un cientifismo que no es sino una fe religiosa fundamentada en la presunción de infalibilidad; una metodología de análisis que cierra en sí misma la capacidad de comprensión de la realidad. De ese modo, lo que no podemos entender es que está equivocado. Nosotros, nunca.

Porque YO soy la medida de todas las cosas: sobre todo de la inteligencia. No se comprende la inteligencia ajena excepto cuando es comprensible: es decir, cuando es similar a la mía, o próxima. Si hay una diferencia de inteligencia enorme, entonces se habla de cualquier cosa que denigre al otro, pero no se intenta acceder a la comprensión. Voy al ejemplo paradigmático: a Kennedy Toole, y a Poe, su sociedad los denigraba, les hacía el vacío, los denostaba y los aislaron por todas partes. Reconocer un genio en otro, hay que ser muy sabio para gozar de esa humildad, y no somos los humanos dados a ello. Y mucho menos con los vivos.

Considero a alguien inteligente en la medida en que yo me veo reflejado en su brillantez: la medida de la inteligencia soy yo. De ahí el que yo decida quien es “bueno” y quien “malo” o donde está la inteligencia, o la cultura.

Porque con la absurda democracia (por todas partes todo es democrático) si te hablan de tú, cualquiera, y te rebate, da igual que no sepa de lo que habla, ESE jamás pensará que tu has pensado en eso un millón de veces más que él y con más criterios y circunloquios: no; el se considera igual. Y es mentira: todos los hombres no somos iguales: nadie reclama esa igualdad para el esfuerzo, el estudio, la comprensión y la humildad: sólo para imponer su criterio: terreno abonado para la envidia; La envidia es roja, verde y amarilla. La manifestación de la envidia no es jamás evidente: se solapa y se justifica, al modo habitual del mal: siempre tiene una justificación, siempre es una razón, siempre hay un motivo. Nadie se reconoce en la envidia; nadie apea su leyenda personal y reconoce la excelencia de otro, nadie la ve en sí mismo: sólo en los demás. Es la imposibilidad de reconocer en otros la excelencia que es imposible de alcanzar por nosotros mismos, en ese caso, se denuesta al otro: es la forma de admiración perversa: debías haber puesto este adjetivo, en vez de este otro, debiste usar el cinco con ocho en vez del cinco con siete; no está mal, pero puede ser mejorado: es el manifestar la carencia de alguna habilidad don o presencia que el otro muestra y a ti te fascina pero no asumes que pueda existir fuera de ti. Está en la condición humana, y es ahora la forma social habitual; Tal engaño es producto del miedo, miedo que disfrazamos siempre de manías, de perversiones, de actitudes, de militancias, de rutinas o de exclusiones.

Y para crecer y recrecer nuestra leyenda personal encajamos siempre la realidad a nuestro corsé: las cosas son en la medida que las definimos: si algo no lo entendemos nos perturba profundamente: nunca la cosa en sí sino que no encaja en nuestro universo elaborado y consentido.

Lo que no nos encaja, o nos reafirma, o no se adecua a nosotros si no podemos ahormarlo a nuestro deseo, lo destruimos: siempre de manera lo mas cruel posible, pero siempre que no parezca ni se note nuestra mano.

2 comentarios:

Váitovek dijo...

Le he dado muchas vueltas al tema de la envidia,y claro, al toparme con lo de siempre, a saber, qué tiene la envidia que es el crimen par ecellence para la conciencia, no en su gravedad propia, sino en la vergúenza radical y universal- de acuerdo con Biblia es, precisamente, el protocrimen- que provoca, he decubierto ésto:
Todos nuestros crímenes, considerados desde la conciencia unilateral del que los comete respoden a estrategias básicas de fortalecimiento y supervivencia.
Así, si mato a mi vecino para quedarme con sus tierras, será muy feo pero tenía una ganancia evidente ante mis ojos, una cierta razón que, en la medida que es percibida por mí y los otros me dispensa de la vergúenza aunque no de la condenación.El criminal es siempre condenado por exactamente la misma razón por la que extirpamos las células cancerosas, es más, es una célula cancerosa.
¿Pero y la ganancia de la envidia? Cómo justificar que mate a mi vecino sólo porque me hiere hasta el alma su mayor felicidad?
Y aquí éstá el secreto, y también lo intolerable:La motivación de la envidia es, con mucho, la mayor estrategia de supervivencia de todas, ya que igual que no hay crimen sin otros, no tengo medida alguna de mi ser sin otros.Yo soy bajo PORQUE hay altos, los altos me hacen bajo, inferior.Si corto las piernas de mi vecino yo dejo de ser bajo y desaparece mi sufrimiento, y así con todo.
Por eso es el protocrimen, la biblia es muy sabia.Caín no violó a Abel, ni le robó sus tierras ni le mató para apoderarse de su ganado.
Pero por serlo es también el único del que no esperamos comprensión alguna - en el sentido expuesto- y por estar más allá de cualquier perdón por lo mismo es la secreta cárcel de todos.

Ignacio dijo...

El primer principio es la simplicidad: envidian lo que ven; y "enfocan" a aquello que les justifica: primero es la envidia, luego buscan la manera de justificarla.

La codicia tambien es una forma de la envidia: codicias algo: porque lo ves, sabes que existe; la lujuria, la gula.....pero primero es el defecto y luego su proyección.