lunes, 19 de enero de 2009

“Algo habrá hecho”

La maldición es la maledicencia.

Cuando corre un rumor o una habladuría, se está directamente condenando. El mecanismo del lenguaje y la estructura de la maledicencia condicionan directamente al maldito; de este execrable modo, cuando levantamos testimonio sobre otra persona, ya la estamos juzgando: eso hace mucho daño; quien lo usa como arma, mala persona es; al final, se desenmascara al mal, pero el daño se hace siempre, a corto plazo y muy visceral.

Y la trampa diabólica es la “buena voluntad” yo lo digo por si alguien pudiera hacer algo….pero lo has dicho, has arrojado la simiente de la maledicencia, casi siempre, o siempre sustentada en la envidia.

“Si alguien hace eso, más adelante se romperá esto….” Eso es una maldición: estás arrojando tu frustración sobre el otro, probablemente por envidia, aunque no te lo reconozcas.

Y vivimos en un magma social propicio a esa maldad intrínseca, magma de la envidia.

Cuando se calumnia, se difama, se está directamente haciendo daño; cuando se insinúa, también, cuando se revelan intimidades de otro, más o menos confiadas, también ¿o es que somos válidos para juzgar a los demás? yo al menos no soy Dios.

Cuando se hacen denuncias falsas contra exmaridos y se les amarga la vida con el estado como aliado, se hace el mal; cuando se utiliza el hecho de ser mujer para favorecer a alguien se está haciendo el mal. Cuando se utiliza el poder para favorecer a uno sobre otro, se hace el mal. Cuando se insinúa o acusa, se hace el mal.

Y cuando se dice “Si le pasa (…) es porque algo habrá hecho” o cuando “Dicen que (…) pues algo habrá”

Eso es la simiente del mal.

Yo no soy como esos, Ni quiero tenerlos cerca; no me fundo con ellos. Demasiado daño han hecho: demasiada amargura hay en sus vidas.

Pero conviene tener esto presente, día a día, en todo momento: el mobbing, el aislamiento social, la maledicencia o las mujeres (¿todas las divorciadas son maltratadas?)

Es el mal, habita entre nosotros. No puedo erradicarlo (no soy Dios) ni imponer un orden nuevo de armonía (no me creo Dios) ni creo que vaya nadie jamás a triunfar donde fracasó Jesucristo, pero sí hago por encontrar el mal en mi y si no lo erradico, al menos lo conozco y controlo, si puedo, claro.

Esa es la diferencia.

4 comentarios:

El lobo estepario dijo...

Totalmente cierto,
Entre tú y cualquier persona de este planeta hay una distancia de 6 personas. Puede que no sea tan difícil cambiar las cosas aunque no seamos un Buda o un Cristo.

Al escribir sobre ello, ya estás dando un buen paso...

Saludos.

Ignacio dijo...

Lo de seis grados de distancia es una ficción; entre yo y cualquiera hay un abismo: yo, que tantos hombres he sido, nunca seré aquel que envejece con Apollonia.....

Anónimo dijo...

soy mujer,soy divorciada,y no me he dedicado a extorsionar y maltratar a mi exmarido....no todas las mujeres somos tan malignas,perversas y retorcidas...agradeceria que no generalizaras...

Ignacio dijo...

No sereis malignas, pero ninguna se queja de las leyes genocidas hacia los hombres ¿debo admitir por ley la generalización de la hombría como criminalidad, y no darlo por ley en el sentido contrario?
No, no sería de recibo; si no quieres que las cosas sean así, hazlo saber: pero son asi: por ley los hombres somos los culpables, ergo......

El avance ddel vaginismo ha hecho una ley por la cual los hombres somos los malos por el hecho de serlo,. quéjate amargamente contra esa ley, y no contra las víctimas: eso es lo que está pasando, te guste, o no.