sábado, 31 de enero de 2009

Cultivando

Somos producto de nuestra cultura, del conocimiento acumulado, de la conducta, del momento y de nuestra propia condición, con nuestras limitaciones y grandezas.

Definida la tierra como un sistema complejo de subsistemas el hombre es el único que se adapta a todos; los transforma y los aprovecha: esto es posible por la cultura: se transmite por precepto entre generaciones y se salvaguarda por el castigo a los miembros que rehúsan seguir las normas. La vida social no implica cultura: las hormigas con su compleja trama social, no tiene cultura. La cultura es consecuencia del complejo y plástico sistema nervioso del hombre, que le permite ajustar la conducta sin hacer modificaciones biológicas de su organismo: sólo en el hombre el sistema nervioso tiene la complejidad y adaptabilidad para mantener la cultura por raciocinio y el lenguaje: la cultura existe por la comunicación. Y no está en la estructura biológica del hombre: reside en ella, pero no es tangible ni mensurable.

En el paleolítico el hombre empieza a fabricar artefactos: ahora los clasificamos. La transmisión del conocimiento de como se hacen artefactos implica al lenguaje: se ordena y clasifica el ambiente, e implica la creación de verbos para poder transmitir como las cosas pueden actuar o recibir la acción.

Y tal secuencia genera la evolución hasta la sociedad actual: la religión se constituye como el precepto sine qua non para poder ser una sociedad evolutiva: no es casual que la evolución, el capitalismo, la riqueza y los avances provengan del cristianismo (lamentablemente, los deshechos generan a los progres, no todo podía ser bueno) Y por tanto nos debemos a la estructura social y en ella elaboramos nuestra conducta; y nos debemos a nosotros mismos en la medida en que debemos asumirnos, al ser porteadores de cultura, en nuestra propia esencia; y sólo así podemos ser individuos con vidas plenas; viviendo, no estando: hay quien pasará por la tierra y sólo habrá hecho sombra.

Cualquier tipo de relación establece un idioma propio: el más evidente es el de los amantes, que resulta pasteloso cuando es público; el común es el familiar: cuando alguien nuevo ingresa en otra familia, se adecua a los giros lingüísticos propios y quizá aporta algo. En esa relación se establece la sociedad: de ese modo, el supraorganismo se configura con una validez implacable: individuo, familia, tribu o clan, municipio, estado. La formación del individuo dentro de la familia le da las pautas de conducta internas, o sea la pertenencia a una intimidad compartida, y las formas de relación con el resto de organismos que componen la configuración de la civilización: se establece así la conducta, siendo la liturgia la forma más elaborada de relación de la sociedad respecto a sí misma.

Se elabora de ese modo una sociedad. se construye la cultura y la civilización.

La transgresión de la pauta de comunicación establecida, siempre es causa de reorganización: en los amantes, en las familias, en el estado: cuando alguien traiciona o rompe la unidad establecida, causa en el resto una reacción íntima: de desubicación, de traición, de dolor, de levedad; pero nunca queda impoluta: la venganza, en esos casos es necesaria: la cultura se venga a sí misma, los humanos también: las amenazas no son sino una especie de vacuna autoreferencial “no me dañes porque yo te haya dañado” y socialmente causan una reacción normalmente interiorizada pero siempre irreversible.

En la cultura, las cosas funcionan así: la desviación de las pautas culturales además de producir los desmanes que andamos padeciendo, crean individuos desorientados y por ende, desindividualizados: ¿a quien interesa eso?

En el proceso de maduración personal se elabora uno su propia leyenda personal que le sirve para entrar en el proceso de ser adulto: para ser maduro, el proceso es liberarse de la propia leyenda personal; proceso sistematizado en nuestra cultura, pero sistemáticamente obviado, porque es mejor eternos adolescentes mal envejecidos que personas maduras. El proceso intimo y a veces doloroso, si da un pauta para la maduración, pero sobre todo es el conócete a ti mismo: si nadie lo hace y a nadie se le exige, quien lo haga se le estigmatiza: se premia la banalidad y la copia frente a la excelencia y al original. La falta de maduración lleva a la soberbia, que es el pecado original en la cultura.

Si además el individuo confía a sus peculiaridades, pues las cosas suceden de maneras extrañas: así, ahora tenemos la España que tenemos, deplorable. Y no por ignorancia, hasta Nietsche definió estas situaciones:

Nietzsche a la conciencia individual y pública degradada: le llamó ressentiment, resentimiento. Cuando un hombre se siente ante sí mismo inferior y pequeño por carecer de ciertas aptitudes —inteligencia, valentía o elegancia— trata veladamente de afirmar ante su propia vista negando el valor de esas cualidades en el otro.

La esquizofrenia es una enfermedad familiar, social nunca individual, sólo definida por el grado: si todos estamos en un magma de relativismo y banalidad, los que lo vemos somos o hiperlúcidos, o enfermos para los demás; el grado de esquizofrenia es tan sólo la ecuación que resulta de mezclar el desarrollo íntimo de la persona hasta la madurez - o no - y su inmersión en la cultura y la sociedad: lo extraordinario son los genios: Dalí, Tip, Torrente Ballester, Ignacio Tomás; lo que no manifiesta su cualidad pasmando a la sociedad es considerado enfermo y mediatizado como tal.

La alarma que debe saltar es que mierda de sociedad estamos manteniendo construyendo y desarrollando en la cual el individuo que existe como tal ha de ser aniquilado: la enfermedad social está más que presente; los problemas de los individuos exigen un proceso de maduración social que pasa por cambiar la enseñanza a todos los niveles, y dejar pasar generaciones hasta que los hombres lo sean: conscientes de su propia libertad: todo lo que no vaya del individuo hacia arriba, es letal. Todo lo que sea justificable por la norma social, alejado de la conducta, es destructivo y retardante.

En la evolución andamos y la cultura que nos constituye necesita de nuestra reflexión individual.

Nadie es culto: pertenecemos a la cultura y formamos parte de ella, la enriquecemos o empobrecemos, pero estaba antes que nosotros, pervivirá después: el hombre no es per se, pero para saberlo hay que eliminar el colectivismo y dar su amplio valor al individuo.

El hombre lo es a partir del momento en que es social y como tal establece su vida y su organización. La evolución no es tanto la física a partir de ese momento como la cultural; la evolución no se detiene, pero deja su relevancia a la cultura. Que inventa el bifaz y el cuchillo, el ordenador y la paella.

El sistema de organización a partir de que el hombre es social será lo que defina la existencia, pervivencia, desarrollo y evolución de la cultura. Que comienza presumiblemente por una serie de simples normas que irán evolucionando y elaborándose en su complejidad hasta llegar a la suma de conocimiento y sabiduría que es el origen de la realidad, ahora.

Comienza a desarrollarse el hombre a partir de ser social, y a partir de ahí se elaboran las normas básicas: la conducta.

La conducta es la forma de relacionarse y como tal es una parte importante de la función social del hombre. El comportamiento es una característica de la conducta.

Pero la transmisión y desarrollo de la conducta necesita maneras de transmisión: el hombre lo es porque habla, y por eso se hace social.

La lengua es un sistema de signos con unas reglas de combinación: esto favorece la comunicación y la transmisión, y por tanto la enseñanza.

Esto son aspectos de patrones culturales, pero no son la cultura, son rasgos distintivos, pero no son la cultura.

La cultura se transmite por precepto a cada nueva generación. Que la recoge, usa, perfecciona, descarta, aporta, y la transmite, y así evoluciona la sociedad.

El sistema nervioso humano, plástico y evolucionado permite ajustar la conducta sin hacer cambios en el organismo. Eso es el raciocinio: memoria para los detalles, y el lenguaje.

La cultura descansa en el mecanismo físico del hombre y de este surge, pero no es algo físico. La cultura existe antes de nacer y pervive después de morir: porteamos cultura y creamos cultura, pero no somos ni tenemos cultura.

Los patrones de conducta establecen la norma de desarrollo social. Como los patrones son seleccionados en su propio uso, se establecen hábitos que conforme a su rigor y universalidad se convierten en normas al transcurso de las generaciones; las desviaciones de la norma conforme más avanza el tiempo más pasan de ser costumbres a ser desviaciones. De este modo conforme los niños van aprendiendo, se va estableciendo un patrón de normas, y las desviaciones acaban por ser sancionadas. No implica esto homogeneidad: en la norma hay variedad, la desviación es castigada, de uno u otro modo.

Debidamente evolucionado, es imposible que ningún individuo pueda manifestar todos los rasgos de su sociedad, ni nadie puede enumerarlos.

La cultura pues es una elaboración de hombres, inteligencia, y tiempo. La configuración de una cultura con normas elaboradas con criterios más amplios o con mayor recorrido asumirá a la cultura que sea de menor recorrido: tal sucedió cuando los moros invadieron España, que tan sólo se romanizaron y continuaron con ese proceso.

Nuestra cultura en el paleolítico empezó a manipular las piedras para hacer instrumentos; de ahí sigue todo un proceso evolutivo; que ahora se sigan haciendo manipulaciones de las piedras para hacer lapidaciones es un buen hito para la comparación de rasgos identitarios y de conducta, que no culturales.

La elaboración, multiplicación, desarrollo y descarte de usos y costumbres ha sido el modo en el que se ha enriquecido y ampliado el proceso cultural; por eso no son procesos de ceremonia tribal lo que nos conforma sino hábitos culturales.

Llegado un momento en la evolución cultural, el conjunto de normas hábitos costumbres y prohibiciones, se van sistematizando y a su vez contando su génesis, y nace la Biblia; se va evolucionando y en un momento de ruptura cultural, aparece el evangelio, el nuevo estado de las cosas, resumido, ampliado, perfeccionado, deshojado, expurgado y con la asunción de los elementos a conservar, eliminación de lo superfluo, y con una novedad: un sistema de cuidado y perpetuación de la cultura, lo cual debería ser la iglesia católica.

Y por difusión, se elabora occidente, que es la cultura, la civilización: no hay culturas o civilizaciones, hay conductas, pero sólo una cultura y una civilización, que origina monstruos como Stalin, pero también el capitalismo y la Madre Teresa. Y a fecha de hoy, es demasiado evidente: la codicia hace que los de las conductas perversas quieran apropiarse de la evolucionada, para por codicia “tener” lo que no pueden “ser” en vez de hacer su propia evolución o asumirse a la civilización.

En eso entra la estrategia de la confusión, de hacer norma de las desviaciones de la conducta que en la evolución de la cultura originaron su descarte dentro del sistema, cuando no su rechazo, generado por la propia evolución de la cultura en fases de debilitamiento e indolencia, decadencia y desdoro: por eso la progrez campa por sus anchas, y el debate social es lo que es, que es de vergüenza.

La religión se configura como el depósito de la cultura y el argumentario y repositorio de la esencia de la cultura y de los patrones de conducta, la esencia del desarrollo, la esencia de la cultura: la explicación de quienes somos (conjunto) y como hemos llegado hasta aquí; la explicación de toda nuestra historia evolutiva como resumen y preceptiva.

El evangelio da la pauta no para lo social sólo, sino también para el individuo en sí mismo; algo que para la soberbia postilustrada debía ser exonerado del proceso cultural y nació la psicología directamente como fracaso: la condición del ser humano es como parte de una conducta, cultura, civilización y religión transmitida por el lenguaje y no como un ajuste mecánico a las condiciones del entorno inmediato o a las necesidades momentáneas de un determinado stress social, ajuste o condición: el ser humano es en sí mismo, y cada persona lo es en sí mismo, es el proceso de conocimiento: el conocerse a uno mismo, por eso es necesaria la cultura, y se inventó el sistema: escuela, universidad….. para poder llegar a saber uno mismo quien es, lejos de toda afectación y cosmética, ajeno a la presión social momentánea, y es un proceso íntimo, personal, único e intransferible, y desde luego no mecanizable.

En eso, la religión tiene unas pautas, métodos y sistemas para el conocimiento, y además ha desarrollado medios para la prevención de la enfermedad, mediante la transmisión cultural establecida, en el orden de la historia como la especie manda: individuo, familia, municipio.

El desviarse socialmente de la norma, es la forma de la soberbia: podemos salvar la tierra, luego somos dioses. Y el resultado está a la vista; la forma de hacerlo es la confusión, y en ello estamos, en ello vivimos. Y la iglesia católica no es ajena a la ceremonia de la confusión, lo cual ni consuela, ni beneficia, ni es bueno.

La naturaleza de la cultura es el desarrollo del hombre en el medio: el hombre ha usado y condicionado al medio en la misma medida que el medio lo ha condicionado a él, y de ese modo hemos evolucionado hasta llegar aquí; aunque éste sea un momento de decadencia, irremisible.

1 comentario:

Anónimo dijo...

He aquí la causa de degradación y foco central de nuestra era.

Un saludo.